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Actualizado: 1 de junio de 2025
Pero, ¡ay, Alvarín! ¡si la pudieras ver en su cuarto, sobre todo cuando le da un ataque de esos que la hacen retorcerse!... ¡Cómo salta sobre la cama! Parece otra.... Entonces, no sé por qué, me explico yo el capricho de la piel de tigre que dicen que le regaló un inglés americano. ¿Te acuerdas de aquel baile fantástico que bailaban los Bufos que vinieron el año pasado?
Su imagen, grabada en mi alma, se borró y desapareció no bien vino tu imagen a estamparse en ella, como sello y marca de esclavitud que la hace tuya para siempre. Ni el temor de la maledicencia; ni el odioso pensamiento de que hasta tú mismo pudieras menospreciarme y tenerme por liviana, nada me contuvo.
¡Por el rabo de Satanás, recluta, jamás creí que con esa cabeza color de zanahoria pudieras tú pensar cosas tan discretas! Diga lo que quiera el sabio Roger, ni este arquero, ni por lo visto este mameluco rojo, creerán jamás que al buen Dios le guste ver á los hombres, frailes ó no frailes, abriéndose las carnes con un rebenque.
Cuando estuvieron solos en el cuarto que servía de vestuario a María, estalló la cólera de esta. Eres un insolente, un infame exclamó con voz sofocada por la ira ¿Qué derecho tienes para tratarme de esta suerte? El quererte respondió Pepe Vera con flema. Maldito sea tu querer dijo María. Pepe Vera se echó a reír. ¡Lo dices eso como si pudieras vivir sin él! dijo volviendo a reír.
¿Qué te pasa, querida? Ya no te reconozco... Ven, ven, voy a acostarte repitió. Es inútil, puedo ir sola dije. Entonces ella vio que era necesario acordar a la niña una palabra de explicación. Mira, Olga dijo atrayéndome hacia sí, tienes razón. Tengo muchas penas, y si tuvieras más edad y pudieras comprenderlas, seguramente serías la primera a quien se las confiaría.
Ni barruntos hay siquiera de lo que pudieras presumir, ni trazas de que a él le haya pasado por las mientes la menor idea de esa especie, ni razón para que pase tampoco por las mías... Empiezo a vivir ahora; acabo de salir, como quien dice, del nido, con hambre de libertad y de espacio en que gozarla sin estorbos; ¡y había de?... ¡qué locura, Virtudes!
Figura... no mala; conversación, tolerable; nacimiento humildísimo, aunque bien pudieras figurarlo como de los más alcurniados y coruscantes. Valor, no lo negaré; al contrario, creo que lo tienes en alto grado, pero sin brillo ni lucimiento.
Sentose don Claudio Fuertes delante del pupitre; cogió pluma y papel, y escribió en un credo algunos renglones que leyó después a don Alejandro Bermúdez, y decían así: «Mi querido sobrino: Por las sospechas que apuntas en tu carta del tantos, es posible que te convenga mejor que el hospedaje que en esta casa tenías y tienes a tu disposición, el que te reserva en la suya la persona que te fue con la noticia que ha dado origen a tus temores, si es que persistes en tu propósito de venir a Villavieja; pues pudieras haber variado de parecer después de considerar que no tienes derecho alguno ni autoridad suficiente para hacerme la pregunta y las reflexiones que me haces en tu mencionada carta.
El Alafrit, en cuanto la vió, si con la una mano empuñó el collar, con la otra engarfió a la hermosísima persiana, aficionado de su donosa figura, como tú pudieras estarlo si te encontraras jugando entre las flores con unos esclavillos tamaños como alfileres.
Es necesario que antes se temple tu padre un poco... Si esta noche pudieras dormir en otra casa, mañana le echaríamos algunos amigos... y tal vez le calmaríamos... Pero ¿dónde voy a dormir? ¿No tienes ningún pariente en el pueblo? A mi tío Jaime nada más. ¡Bribón! murmuró el joven con rabia. Volvieron a quedar meditabundos. Rosa levantó la cabeza con alegría: tenía una idea.
Palabra del Dia
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