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La habitación era sencilla: dos grandes balcones sobre la Sendeja, con obscuros cortinajes; las paredes cubiertas de un papel imitación de madera; una mullida alfombra y la gran mesa de escritorio con una docena de sillones de cuero, anchos y profundos como si en ellos se hubiera de dormir.

Los encargados de hacer el inventario han podido adivinar que era usted un gentleman porque tiene la piel fina y limpia, aunque para nosotros siempre resulta horrible por sus manchas de diversos colores y los profundos agujeros de sus poros. Pero este detalle, para un sabio, carece de importancia.

Pues así como él le dice: Ingresa en un convento», yo también siento deseos de decirle a »usted: «Get thee to a nunnery.» », Antoñita. Enciérrate en un convento, porque en el mundo no hay juramentos eternos, ni dolores profundos ni amor duradero: todo aquí es falso y fugaz.

Continuó, pues, durante aquel día y los sucesivos, tomando parte activa en las distracciones de la bulliciosa colonia que habitaba los Genets, haciendo creer a su tía que se ocupaba a través de juegos y de risas, en profundos estudios y maduras observaciones acerca del carácter de aquellas señoritas, quienes, en realidad, lo tenían sin cuidado.

Por lo que me atañe, sobrellevaré tranquilamente el dolor de su pérdida; conozco eso, ; ya he puesto a una en la tumba, y continuaré amontonando y economizando dinero, como ya lo he hecho durante tanto tiempo, y eso en medio de los más profundos pesares; porque los intereses, ¿sabes? no se preocupan de lo que tiene uno dentro de la cabeza, ni de si la tristeza y la desesperación le adormecen a uno la mano; hay que pagarlos.

Supongamos ahora que al resucitado Perícles le sirve de cicerone un sabio de los más profundos del día, muy convencido de la incomparable superioridad de todo lo de hoy sobre todo lo antiguo, y muy al corriente de los adelantos de la ciencia y de las invenciones novísimas más ingeniosas.

Ante él alzaban sus pesadas moles cilíndricas las dos torres de la puerta de Cuarte, con la rojiza costra acribillada por los profundos agujeros de las granadas francesas y las de las insurrecciones republicanas. Contemplaba fijamente los tragaluces angostos y enrejados de los calabozos donde estaban los presos militares.

Si examinamos esta composición, ateniéndonos sólo á su forma externa, ha de clasificarse entre los dramas peculiares del teatro español, ya antes de Calderón, llenos de hechos fantásticos extraños para dar más vuelo á la imaginación, y crear un mundo maravilloso, en el cual la naturaleza humana parece sometida á leyes distintas de la realidad; pero ¡qué diferencia entre las comedias anteriores, de espectáculo, toscas, por lo general, de esta especie, y el drama de Calderón, que rebosa de profundos pensamientos, y que nos ofrece al espíritu como á una manifestación de lo eterno, oponiéndole lo finito, que desaparece para dejar sólo la eternidad!

Ella, entonces, daría pruebas de ser tan ángel como otra cualquiera, y tendría alma, paciencia, valor y estómago para todo. «Y entonces vería esa si aquí hay perfecciones o no hay perfecciones, y que cada una es cada una... Lo malo sería que no lo viese, porque acá no ha de venir...». Maximiliano la distrajo de esta meditación, dando quejidos profundos.

El ritmo sonoro y metálico de las ruedas parecía decirle también con acento más implacable: ¡solo!, ¡solo! Paseaba su mirada triste por los senos profundos del horizonte y éste le devolvía, en trémulos y fatídicos reflejos, que apenas conseguían rasgar la malla de sombras, tristeza por tristeza.