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Al levantarse, por la mañana temprano, preveía todos los sucesos y acciones del día que empezaba, y se preparaba para ellos con una evocación mental de su energía, y con la distribución metódica de las horas para todo lo previsto y probable. Era esto como si se diera cuerda, acumulando en la fuerza inteligente que necesitaba.

De este modo se libertaba Villalegre del tributo a que estaba sometida en lo antiguo, haciendo venir de la ciudad vecina, siempre que había función, a los músicos, a quienes apellidaban en el lugar tragalentejas. Don Paco paseó a sus amigas por toda la feria, dando no poco que murmurar, según habían previsto.

Pero el aya, que ya había previsto ese movimiento, lo retuvo del brazo diciéndole: Dominad vuestra indignación, señor; si salís de esta pieza antes de oírme hasta el fin, nada podrá salvaros del deshonor y de la cárcel.

Me limité a inclinarme e hice lo que él había previsto: crucé ambas manos a la espalda. Rápida como el rayo brilló en alto su daga y se clavó en mi hombro: de no haberme apartado bruscamente me hubiera atravesado el corazón.

¡Tu dixisti! gritó Diógenes con grande ahínco. Y lo repito prosiguió Leopoldina . Pero yo le aseguro a ese indecente que ha de oír de mis labios cuatro palabritas bien dichas... ¡Oh, si yo lo tenía previsto! En el último baile que dio llevaba medias azules de algodón... Como que su suegro tiene en Boston una fábrica.

Había previsto el inevitable porvenir; lógica, fatalmente, el resultado tenía que ser éste: «Día llegará en que usted me juzgue como yo misma me juzgo ahora.» ¿No había sucedido aquello casi en vida de la infeliz? ¿No era verdad que el día en que por última vez se encontraron, cuando ella le habló del hombre con quien estaba ligada y quería que siguiera siendo suya, el ímpetu de su odio contra Zakunine y la insufrible idea de la impotencia de su propio amor lo habían casi sublevado contra ella?...

El éxito de la operación, no por previsto dejó de satisfacerme; al contrario, con el mayor gusto del mundo, me senté al lado de mi mujer esperando que despertara de su sueño.

¿La volverás a ver? Lo menos posible. ¿Has previsto lo que te espera? He previsto que se casará con otro o se quedará soltera. Adiós le dije, aunque todavía no había salido de mi cuarto. Adiós me replicó. Y nos separamos después de esta última palabra que no afectó en el fondo a nuestra amistad, pero que quebró todo, sin más ruido, secamente, como se rompe un vaso.

Resuelta estaba Poldy a no volver a ver a Isidoro: pero no había previsto otra cosa y no había formado sobre ella plan ni propósito. A los pocos días de haberse negado ya por completo y para siempre a ver a Isidoro, Poldy recibió por el correo una carta suya. Tal vez, sin reconocer la letra, abrió la carta, tal vez reconoció la letra del sobre y sin embargo le rompió.

Durante unos días, su mente, absorta por entero por aquel duelo cruel, aunque previsto, no estuvo dominada más que por el recuerdo de la anciana infantil a la que dedicaba una ternura filial y maternal al mismo tiempo.