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Actualizado: 27 de junio de 2025
Humilló los suyos don Custodio y pasó cabizbajo, confuso, aturdido en dirección al coro. Era gruesecillo, adamado, tenía aires de comisionista francés vestido con traje talar muy pulcro y elegante. El cuerpo bien torneado se lo ceñía, debajo del manteo ampuloso, un roquete que parecía prenda mujeril, sobre la cual ostentaba la muceta ligera, de seda, propia de su beneficio.
Después una mujer cogió el ridículo y echó á correr por esas calles. Ya se ve: tuve que seguir tras ella, y casi no la alcanzo. Vamos, caballerito ... Si ha estado despejada la calle desde hace una hora. Salomé se apoderó de la prenda que creía perdida, y registró á ver si faltaba algo.
Y yo le conocí a usted también. Es usted el que estaba en las Filas el año pasado un día de fiesta. Como para los pobres suele no haber estaciones, Amparo tenía el mismo traje de tartán, pero muy deteriorado, y una toquilla de estambre rojo era la única prenda que indicaba el tránsito de la primavera al invierno.
6 Porque sacaste prenda a tus hermanos sin causa, e hiciste desnudar las ropas de los desnudos. 7 No diste de beber agua al cansado, y detuviste el pan al hambriento. 8 Pero el hombre pudiente tuvo la tierra; y habitó en ella el honrado. 10 Por tanto hay lazos alrededor de ti, y te turba espanto repentino; 11 o tinieblas, para que no veas; y abundancia de agua te cubre.
Pepe sabía que la religión es, con respecto del incrédulo, lo que la seducción respecto a la mujer: el primer favor, la primera condescendencia, es prenda de vencimiento inevitable. Hasta dónde puede llegar el triunfo, nadie lo sabe; que así como la virtud, rendida por la pasión, pierde su albedrío, así el alma, avasallada por la fe, reniega de su propio criterio.
dulces y alegres cuando Dios quería! ¡Oh tobosescas tinajas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda de mi mayor amargura!
¡Dios mío, qué desgracia! exclamó llevándose las manos al rostro. ¿Desgracia? preguntó ella con asombro. ¿Por qué? Yo estoy muy contenta. Y viendo sus ojazos dilatados, estupefactos, le explicó riendo que era feliz con esperar una prenda de sus amores; que no tuviese miedo alguno porque ella sabría arreglarse para que nada se descubriera.
Todavía fue algún tiempo a casa de un almacenista amigo y tocó el piano a ratos; no tardó, sin embargo, en observar que se le iba recibiendo cada vez con menos amabilidad, y dejó de ir por allá. Al poco tiempo le echaron de la nueva casa, pero esta vez quedándose con el baúl en prenda.
Pues esta prenda, esta nacional obra de arte, tan nuestra como las panderetas o los toros, no es nuestra en realidad más que por el uso; se la debemos a un artista nacido a la otra parte del mundo, a un tal Ayún, que consagró a nosotros su vida toda y sus talleres.
SANCHO. La tuya, invicto señor, A Tello en Galicia dí, Para que, como era justo, Me diese mi prenda amada. Leída y no respetada, Causóle mortal disgusto; Y no sólo no volvió, Señor, la prenda que digo, Pero con nuevo castigo El porte della me dió; Que a mí y a este labrador Nos trataron de tal suerte Que fué escapar de la muerte Dicha y milagro, señor.
Palabra del Dia
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