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Febrer acogió sonriendo estas palabras del muchacho. ¿Adonde había ido a refugiarse la poesía?... Luego le preguntó si trabajaba, y el atlot contestó negativamente. No querían sus padres: un médico de la ciudad le había visto un día de mercado, aconsejando a su familia que le evitase toda fatiga.

Niña dijo , ¿no te levantas hoy? Inesita, medio dormida aún, si bien tenía abiertas ya las maderas de la ventana, y el sol inundaba su cuarto, se incorporó un poco y contestó: Pues ¿qué hora es? Las nueve y media; cerca de las diez. De sobra es hora de que te levantes. Además es menester que te levantes. Hay grandes novedades. Paco Ramírez ha venido. ¿Con mi cuñado? preguntó Inés.

¿Qué periódicos has leído? preguntó el papá calándose los quevedos, que sólo usaba para leer . Toma La

¿Una segunda broma? preguntó Figueroa, que era uno de los padrinos, sobre el terreno nombrados. Acabemos de una vez dijo lord Gray con impaciencia . Tengo que arreglar mi viaje. Dense explicaciones dijo el otro y se evitará un lance desagradable. Araceli es quien tiene que darlas, no yo afirmó el inglés. A lord Gray corresponde hablar, sincerándose de su vil conducta.

El muy valiente cayó en nuestras avanzadas, después de haber atravesado un destacamento de cosacos en la meseta del Grosmann; el pobre hombre había recibido un sablazo terrible, y sus entrañas colgaban de la silla del caballo. ¿No es así, Frantz? respondió el cazador con voz sorda. ¿Y qué dijo? preguntó la anciana.

¿Embarcada? preguntó la señora de Aymaret. ¡Embarcada! ¿Por qué no?... es a cinco minutos de aquí... Si es el tête-

¿Y qué nuevas nos trae usted de la Isla? me preguntó doña María. Señora, ayer se inauguró esa jaula de locos. Y ha hecho perfectamente. En verdad no se concibe que haya gente tan loca... Antes del rosario nos explicaba el Sr. Ostolaza lo que entienden ellos por la soberanía de la nación, y nos hemos horripilado. ¿Verdad, niñas?

-Y ¿cuántos caben en ese caballo? -preguntó Sancho. La Dolorida respondió: -Dos personas: la una en la silla y la otra en las ancas; y, por la mayor parte, estas tales dos personas son caballero y escudero, cuando falta alguna robada doncella. -Querría yo saber, señora Dolorida -dijo Sancho-, qué nombre tiene ese caballo.

Barragán se sentó y a su lado Tristán. Aquél volvió a pasear una mirada salvaje por la estancia y sonriendo ferozmente preguntó con la mayor finura: ¿Cómo está usted, Tristanito? Bien, ¿eh? ¿Y Clarita? ¿y el niño? Me alegro, me alegro muchísimo. Una vez enterado de la salud de todos pensó Tristán que el paisano pasaría a explicarle el asunto serio que allí le traía. Pero no fue así.

. Puede preguntarse si nosotros tenemos otra intuicion del alma que la que acabamos de explicar; á esto respondo que , mientras estamos en esta vida; pero pregunto al mismo tiempo, si es cierto que en esta materia haya otra intuicion posible, que la del sentido íntimo.