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Actualizado: 24 de mayo de 2025
En este como portátil camarín, que cargaba sobre los hombros de doce eunucos del Sennaar, aparecía la afortunada novia envuelta en los velos que aun en la poca ortodoxa Granada, para ceremonias de tal monta y con personas de tal clase, reclamaba la rigidez muslímica.
Cuando entré, levantáronse los dos, y el ayo dijo: Vamos a ver si la encontramos ahora. Es el sétimo viaje... La condesa de Rumblar y su hija menor estaban escondiendo su dolor y vergüenza en un gabinete inmediato a la sala, y en ésta la marquesa de Leiva, atada por el reuma a un sillón portátil; Ostolaza, Calomarde y Valiente sostenían viva polémica sobre el gran suceso.
Detrás venían seis ú ocho sacerdotes, casi todos los que contaba el concejo. Dieron la vuelta al templo y sobre el altar portátil levantado á sus espaldas colocaron la imagen. Allí se celebraba la misa al aire libre el día de la fiesta. La pequeña iglesia no podía contener á la muchedumbre de los fieles.
Un enjambre de chicos rodeaba el altar portátil de San Rafael, que parecía un ascua de oro; otros se mantenían derechos por los contornos del presbiterio, bajo la vigilancia del cura, que no cesaba de dar vueltas, administrando equitativas correcciones con su muleta al que no se estaba quieto.
Pilar dudó buen rato, como los niños ante una bandeja de dulces diversos; por último se decidió, eligiendo dos gotitas de agua para las orejas, y un espejo portátil de oro cincelado, joya caprichosa y novísima, que se colgaba de la cintura y sólo la sueca llevaba aún en Vichy.
La ventaja del oro o de la plata acuñados para moneda se deduce evidentemente de lo expuesto. ¡Bendito y alabado sea Dios que nos ha hecho nacer en una época en que todo se averigua y se explica tan lindamente! Un buey es poco portátil, no cabe en el bolsillo, no pasa en todos los mercados, gasta en comer y se puede morir, y el dinero ni come ni se muere.
Pasó el sacerdote por delante de ellas murmurando lúgubremente latines, y en pos de él, nosotros. A la puerta de la sala hallamos al infortunado Torres, de rodillas, con un cirio igualmente en la mano y sollozando. Con el cura entramos en el gabinete, donde habían puesto un altar portátil, diez o doce personas, entre ellas Olóriz. Mis ojos no se apartaban apenas de él.
No se perdonaban gastos ni trabajo por dar á las decoraciones y maquinaria todo el brillo posible . Créese que cuando la representación se hacía al aire libre, se empleaba al efecto un teatro portátil, arrastrado por ruedas .
Los fieles comenzaban a acudir y se iba llenando lentamente; y según se iba llenando el calor se hacía insoportable. Cerca del altar mayor, en otro portátil, estaba la santa patrona rodeada de cirios y flores.
A otro día tuvimos provisión de agua y pescado, y encontrándonos con dos cristianos que llevaban el altar portátil del P. Zea, nos encaminaron allá. Cuáles fuesen las salutaciones y alegrías de estos dos apostólicos Misioneros al verse juntos, después de tantos trabajos, no lo podemos explicar; porque más hablaban con los ojos y con los suspiros que con la lengua.
Palabra del Dia
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