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Actualizado: 17 de octubre de 2025
SANCHO. A mí me parecen años. Señor, viendo que tenías, Sea porfía en que has dado, O sea amor a mi Elvira, Fuí hâblar al rey castellano, Como supremo juez Para deshacer agravios. D. TELL. Pues ¿qué dijiste de mí? SANCHO. Que habiéndome yo casado, Me quitaste mi mujer. D. TELL. ¿Tu mujer? ¡Mientes, villano! ¿Entró el cura aquella noche? SANCHO. No, señor; pero de entrambos Sabía las voluntades.
Dejemos, pues, ya el rio, que corriendo Por èl quinientas leguas sin contento, Del enemigo á veces yo huyendo, Jamas pude hallarle nacimiento. De otros con porfia les siguiendo, He hallado el principio y fundamento; Y quiero darle ya al canto tercero, Que cosas espantosas cantar quiero.
Pues ¿quién será Isabel, locura mía, Con hermosura y prendas celestiales? ¡Oh! ¿cuándo resistió tanta porfía La bajeza de humildes naturales? 2410 No ha de pasar sin que lo sepa el día. Industrias hay; y si por dicha iguales Somos los dos, como mi amor desea, Tu cántaro, Isabel, mi dote sea.
La noche muy obscura, la mar brava, El viento vendaval muy presuroso Soplaba y de temor cualquiera traba Del otro por valerse deseoso: Y mientras esta furia reposaba, Los pilotos amainan sin reposo. Las naves van volando ya sin guia, Mientras que cesa el viento su porfia.
Aquí hizo fin la mal fortunada jornada que se comenzó para Trípol, que de haber tenido ruín principio y peor medio, vino á acabar tan vergonzosa y vilmente como acabó. Si ruinmente lo hicieron los de las galeras, muy peor lo hicimos los del fuerte, como si anduviéramos á porfía unos de otros sobre quién haría mayor error, y ansí fué desde el principio de la empresa, que parece que estudiábamos para no acertar en nada. Es salir de juicio pensar los desvaríos y mal gobierno nuestro, y ansí no hay que decir sino que quiso Dios castigar nuestra soberbia para darnos á entender que
Ni gente de la mar, ni pasagero En pié estaba, y andaba gran compaña De diablos, que las velas marinaban Y la nave con fuerza se llevaban. Larga escota, el piloto les decia, Y cavan el trinquete y la mesana; Y si les dice, aiza, con porfia Amainan los traidores con gran gana.
Ella, con las mejillas cual la grana y cortada la voz por cien suspiros, llorosa le decia llena de rabia insana: «¡No te he querido nunca, no te quiero!» Y él tambien, á porfía, «Tampoco yo te quiero» le decia. Y al cabo, tantas cosas se dijeron, un odio tan eterno se juraron, que uno y otro su paso detuvieron y sin decirse adios, se separaron.
Nada se oía sobre la endurecida nieve, más que el chocar de los zuecos de madera de las mujeres que llevaban a sus hijos de la mano y, de cuando en cuando, el ruido sordo y cavernoso del ataúd de encina, recibiendo una ligera sacudida, al cambiar de sitio sobre los hombros de los portadores que se relevaban a porfía bajo la carga para nosotros sagrada.
ABIND. Sola esta vez quisiera, Dulce Señora mía, Hacerme lenguas para hablaros tanto, Que del alma se viera La pena y la porfía; Mas salga por los ojos, vuelta en llanto. De que viva me espanto Tan desdichada vida, Si ha de quedar en calma Apartándose el alma De aquellos brazos donde estaba asida.
Como valor fingía, de mis ojos el llanto contener pude un instante; para no ver sus míseros despojos oculté entre mis manos mi semblante. Alcé luego la frente, mas no estaba su cadáver allí. ¡Vana porfía! ¡Ya su cuerpo en la tierra descansaba! ¡Ya en una tumba su beldad yacía!
Palabra del Dia
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