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REY. Ofendido del rigor, De la violencia y porfía De don Tello, yo en persona Le tengo de castigar. SANCHO. ¡Vos, señor! Sería humillar Al suelo vuestra corona. REY. Id delante, y prevenid De vuestro suegro la casa, Sin decirle lo que pasa, Ni a hombre humano, y advertid Que esto es pena de la vida. SANCHO. Pues ¿quién ha de hablar, señor?

Un joven decidido y vigoroso En lo alto, con indómita energía, Cual bandera que ondea En terrible porfía, Ya blande victorioso Antorcha que flamea Para destruir el germen venenoso... Bajo los pies, la calavera chata En que ignorancia o muerte se retrata.

Lloré tal vez mis esperanzas vanas; Y teniendo las horas más seguras, No de la vida, mas de haber llegado A estado de lograr tales venturas, Ibame desde allí con el cuidado De alguna línea más, donde escribía Después de haber los libros consultado. Llamábanme á comer; tal vez decía Que me dejasen con algún despecho; Así el estudio vence, así porfía.

El Visorrey lo recibió y hospedó honrosísimamente. En este medio todos trabajaban á porfía en levantar el fuerte, aunque muchos eran de parescer que no se hiciese allí, por la falta que había de agua y por no poder dar socorro á los navíos que le vernían á vituallar. Cuanto más lo contradecían, tanto más priesa se daban en la obra.

De pie en el puentecito, iba contestando á los saludos de los vecinos, que pasaban riendo como si fuesen á presenciar un espectáculo graciosísimo. Se dirigían todos á casa de Copa, para ver de cerca la famosa «porfía» de Pimentó con los hermanos Terreròla, dos malas cabezas lo mismo que el marido de Pepeta, que habían jurado igualmente odio al trabajo y pasaban el día entero en la taberna.

Lo que inspira la reina al rey no es amor, sino temor, y procura engañarla sin conseguirlo. El rey quiere á todo trance que le dejen rezar y cazar en paz, y la lucha entre la reina y mi padre le desespera. Quedóse profundamente pensativa la duquesa. Os repito dijo recayendo de nuevo en su porfía que no tengo la más pequeña duda de que la reina inspira á su majestad un profundo amor.

¡Oh pobre corazón! ¡Icaro triste y triste Prometeo! si subes a la altura el sol te embiste y, amarrado a la roca del deseo, ni dicha ni quietud para ti existe. Y esto lo sabes bien, ¡oh entraña mía! y sabes del sendero que es muy largo ¡oh entraña! y, sin embargo, vas cruzando el sendero en tu porfía.

Sólo así se explica la necia porfía con que, a despecho de los datos cronológicos más evidentes, y cual si se tratase de un principiante recién llegado, insiste el vulgo crítico en emparentarle con escuelas francesas y con autores que aún no habían hecho sus primeras armas cuando ya Pereda había dado la más alta muestra de las suyas.

No los conocía menos el Cura, seguramente; pero aunque allá se andaban los dos en el modo de sentir y de saborear la tierra madre, eran más numerosos los «registros» del médico, y más varia, por consiguiente, la música de su conversación. Ya en el valle, tomamos derechamente hacia el pueblo que había dado origen a la porfía entre mi tío y Neluco.

¿Lo dices porque has cenado ya? le replicó mi tío. Naturalmente. Pues por eso mismo, porque lo presumía, te convido yo. En estómagos como el tuyo, ceba llama ceba... Y para animarte más y hacerla redonda y cabal esta noche, también te convido a ti, Cura. Eso ya es otra cosa dijo entonces don Pedro Nolasco, entrando de frente a la porfía : si él se queda...