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Llevaba horas y horas remando, sin que sus brazos se fatigasen y sin que el astro diurno descendiese hacia el mar. Popito, al permanecer fuera de su encierro, respirando el aire salino, pareció reanimarse. Sonreía dulcemente, con la cabeza apoyada en una rodilla de Ra-Ra. Sus ojos estaban fijos en los ojos de él, que la contemplaban verticalmente.

Luego, al empuñar con su diestra la enorme cachiporra, le pareció que se habían doblado su estatura y su vigor, sintiéndose capaz de suprimir de un golpe á cuantos pigmeos intentasen cerrarle el paso. Ahora va usted á viajar con más comodidad dijo, tomando á Popito entre dos dedos y elevándola sobre la mesa.

Esta noche Gillespie iba á pasar hambre. Los bellacos parecían contentos de la visita del hombre con velos, que había distraído la atención del coloso. Popito siguió hablando para contar lo que sabía de estas gentes: fugitivos de todos los países; hombres con los que no querían contar los otros hombres, deseosos de emancipación.

Como deseaba al mismo tiempo desembarazarse de ellos, se dirigió á la orilla del mar y, echando atrás su brazo para que el impulso fuese más grande, los arrojó en el vacío. Lo mismo que dos piedras atravesaron la obscuridad, perdiéndose sus lamentos en el sonoro chapoteo de su caída. Lo que hizo el Gentleman-Montaña para que Popito no llorase más

Era extraordinario que Popito viviese aún.

Gracias, amigo mío dijo Golbasto . Jamás olvidaré lo que hace usted por en este día.... Los gobiernos se suceden y caen en el olvido, mientras que nuestra amistad llenará capítulos enteros de la historia futura. Luego el poeta se empequeñeció voluntariamente, hasta ocuparse de la existencia doméstica de su amigo. ¿Y Popito? preguntó. Momaren hizo un gesto de contrariedad y de tristeza.

Popito y Ra-Ra habían lamentado mucho su desgracia, sintiendo además cierto remordimiento al pensar que habían contribuído á ella los dos. El joven deseaba que la revolución de los hombres estallase cuanto antes, para libertar al gigante de la esclavitud á que le había sometido el gobierno femenino.

Cuando despertó, el sol estaba ya muy alto, pero no fué la caricia cáustica de su luz la que le volvió á la vida. Unos gritos que parecían venir de muy lejos, entrecortados por llantos, fueron el verdadero motivo que le hizo salir de su sopor incomprensible. Ra-Ra le llamaba. ¡Gentleman, Popito se me muere!... ¡Ya ha muerto tal vez!

¡Gran Dios!... Miss Margaret Haynes, por otro nombre Popito, tenía las ropas manchadas de sangre. Su rostro estaba empalidecido por una lividez mortal. Sus labios eran ahora azules, y una humildad dolorosa parecía haber agrandado sus ojos.

Su primer acto apenas triunfase sería venir á buscarle para llevarlo otra vez al palacio situado en la cumbre de la colina, rodeándole de tantas comodidades y homenajes como si fuese un dios. Pero mientras llega ese momento continuó Popito él teme por la vida de usted, gentleman, y le recomienda que no tenga confianza en ninguno de los que le rodean.