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Popito, á pesar de sus tristes preocupaciones, contestó con una pálida sonrisa. Ella estaba dispuesta á seguir al gigante, arrostrando los mayores peligros, para salvar á Ra-Ra. Debía tratarla como á un camarada, sin miramiento alguno. Instálese usted ahí como pueda. Y al decir esto, el gigante levantó su mano derecha, colocándola al nivel de la cúspide de su cráneo.

Cada día preocupas más á esas gentes que te odian. No temas, Popito; es difícil que den conmigo. Tu amor y las exigencias de la gran causa á que he dedicado mi vida me hacen ser prudente. Sólo cuando supe que el Padre de los Maestros venía á visitar al gigante me decidí á subir á lo alto de esta mesa con la esperanza de que figurarías en el cortejo.

Popito saltó entre los negros matorrales de la cabellera, buscando un lugar á propósito para sentarse. Agárrese con fuerza á un mechón dijo Gillespie . No tema hacerme daño. Todo lo que venga de usted es para una caricia. Después de estas palabras galantes, añadió: Viajará usted un poco sacudida, pero la primera parte de nuestra expedición conviene que sea rápida.

Todos presentían que esta fuga había sido para reunirse con el rebelde Ra-Ra. Momaren se hallaba á estas horas en el palacio del gobierno hablando con el ministro de Policía, y los aparatos de transmisión aérea enviaban órdenes por toda la República para la detención de los fugitivos. No se interesó Flimnap por el paradero de Popito. Lo que á él le preocupaba era la suerte de su gigante.

Miss Margaret digo con inflexiones cariñosas de voz , haré lo que usted me mande. Pero reconociendo su error, se rectificó, añadiendo: Doctor Popito, salvaremos á Ra-Ra y nos iremos de este país, que va resultando poco agradable. Luego hizo preguntas á la joven para conocer las últimas noticias de la revolución, y, sobre todo, si eran muchas las fuerzas militares que habían quedado en la capital.

Como si necesitase contemplarla de más cerca, pasó una mano con suavidad por debajo del cuerpo de Popito y puso igualmente sobre la palma á su lloroso compañero, para no privarle ni un instante de la presencia de su amada. Sentado en el centro del bote permaneció mucho tiempo, con la diestra cerca de los ojos, contemplando el grupo que formaban los dos pigmeos enamorados.

Además, su deber era darle sepultura inmediata en el mar, ya que no podía hacerlo en tierra. Tomó á un mismo tiempo con sus dedos el cadáver de Popito y el cuerpo de Ra-Ra, depositándolos de nuevo sobre la chaqueta.

Vió una Popito llorosa y humilde, que en nada hacía recordar al doctor juvenil y seguro de mismo conocido días antes. ¡Gentleman gimió , van á matar á Ra-Ra! Y fué contando rápidamente todo lo que había ocurrido el día anterior en la Ciudad-Paraíso de las Mujeres. Los hombres de la capital se habían mostrado menos audaces que los de otros Estados.

Que trata de muchos sucesos interesantes, como podrá apreciarlo el curioso lector Inclinó la cabeza para hablar á Popito, que se había asomado á la abertura del bolsillo. Sepa usted, miss dijo , que vamos en busca de Ra-Ra. Dígame dónde lo tienen preso; guíe mis pasos. Le fué indicando la joven las avenidas que debía seguir por las afueras de la ciudad.

Gillespie, mientras tanto, había levantado el brazo que servía de refugio á los dos amantes. Al ver Popito que el cortejo universitario había abandonado ya la planicie de la mesa, se dirigió hacia uno de los escotillones, despidiéndose antes de Ra-Ra con varios besos. Volveré dijo apresuradamente, ahora que conozco tu escondrijo.