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Actualizado: 3 de junio de 2025
Ignoraba que Avrigny estuviese comprometido con usted; pero a la primera palabra que me dijo de este compromiso, retiré, como sabe, mi petición. Confiésole que casi la he renovado respecto a Antoñita, y mi pobre anciano amigo me ha contestado que por su parte no pondría inconveniente alguno a este proyecto. ¿Podré obtener el asentimiento de usted como he obtenido el suyo?
Por un instante me pregunto si voy a confiarle mi nueva felicidad; pero no me atrevo. Estoy seguro de que pondría una cara de imbécil al hacerle esa confesión, y me callo... además, podría ser que Yolanda cambiara de idea y, sondando el fondo de mi corazón, creo que anhelo eso tanto como lo temo. Experimentaba un sentimiento... ¡bah! ¿para qué querer poner en limpio los sentimientos?
Si la Tierra permaneciera en la posición T, conservando el movimiento sobre su eje, se verían siempre, desde uno ú otro de los hemisferios de nuestro planeta las mismas estrellas y las mismas regiones del cielo. Una estrella dada saldría, pasaría por el meridiano, y se pondría uniformemente á las mismas horas, en la sucesión de las noches.
Salió en esto el huésped, en camisa, los pies en unas empanadas de frenegal, cinchado con una faja de grana de polvo al estómago, y un candil de garabato en la mano, diciendo que se sosegasen, que aquel ruido no era de cuidado, que se volviesen á sus camas, que él pondría remedio en ello.
Al oír esto, la cara arrugada del viejo se iluminó con una severa sonrisa, y observó: No hay duda, hará una espléndida conquista matrimonial. ¡Ah! si usted pudiera conseguir que le dijera todo lo que sabe, lo pondría en posesión del secreto de su padre. ¡Qué! ¿acaso ella lo conoce? exclamé. ¿Está usted seguro de eso? Lo estoy; ella sabe la verdad. Pregúnteselo.
Respondió el rey, que por dar gusto á tan buenos vasallos, pondría su autoridad y las armas cuando importase, y mas por Berenguer de Entenza, uno de sus mayores vasallos.
¡Salveumos, pare San Bernat!... ¡Salveumos!... La procesión llegó al río, pasando y repasando el puente del arrabal. Reflejáronse las inquietas llamas en las olas lóbregas del río, cada vez más mugientes y aterradoras. El agua todavía no llegaba al pretil como otras veces. ¡Milagro! Allí estaba San Bernardo que la pondría freno.
Si yo tuviera una mantilla blanca también me la pondría. Y yo te ahorcaría con ella. ¡Ordinario! Tonta. Esta gente afirmó Isidora con mucho tesón sabe lo que hace. Es la gente principal del país, la gente fina, decente, rica; la que tiene, la que puede, la que sabe. Trampas, fanatismo, ignorancia, presunción. ¿Pues y tú?..., grosero, salvaje, pedante... Isidora, mira que eres mi mujer.
¡Ay Dios mío!, encontrársele así tan de sopetón, ¡precisamente en uno de los pocos instantes en que no estaba pensando en él! Como que iba discurriendo la combinación que le pondría al vestido. ¿Azul o plata vieja? Le miró y se puso del color de la cera blanca.
El joven mira á la dama; la dama no mira al joven. ¿Quién es aquella dama? ¿Es una esposa víctima, una hija mártir, una doncella pura, lanzada al torbellino de la sociedad por la furia de las pasiones? ¿Ama ó aborrece? ¿Espera ó teme? ¡Ah! Esto es lo que yo me guardaría muy bien de decir hasta el capítulo trigésimo, donde pondría el gran golge teatral de la obra.
Palabra del Dia
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