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Actualizado: 8 de junio de 2025
Aquél concluyó por darle las llaves de los armarios. «Cecilia, voy a vestirme.» La joven corría al cuarto y a los pocos momentos volvía diciendo: «Ya lo tienes todo». Gonzalo encontraba, en efecto, la ropa plegada sobre la cama, la camisa con los botones puestos, las botas relucientes, al lado de la mesa de noche. «Cecilia, se me ha descosido un poco el forro del gabán.» Cuando tornaba a ponérselo ya estaba cosido.
Ciñendo la carretera, con el rostro vuelto hacia los coches, suelen cruzar a paso largo algunos señoritos de palo, con el felpudo sombrero ladeado, puños salientes, levita abrochada hasta la nuez y báculo. Llevan dentro un resorte que en ciertos momentos les obliga a detener el paso, llevar la mano al sombrero, agitarlo en el aire, ponérselo otra vez y seguir andando.
Ensanchósele el corazón al tío Frasquito, creyendo llegada la hora de averiguar algo, y aguzó las orejas y aprestó la lengua para sondear con habilidad a Jacobo y a Currita. Mas, de repente, una mano aleve cogió el mediato lazo de su corbata blanca, y dándole una rápida vuelta, vino a ponérselo sobre la nuca.
Dudaba si sacarlo ó no: quería ponérselo, y temía ponérselo; quería lucir aquel día su mejor vestido, y temió al mismo tiempo estar demasiado guapa con él. ¿Por qué? Y se detenía pensativa y triste, sin atreverse á sacar á la luz pública aquel tesoro tanto tiempo escondido. ¿Por qué?
De cacharros estamos tal cual. Estos botijos son horribles. Toda la cerámica moderna española no vale dos cuartos. A ver, Plácido, ¿serías tú capaz de buscarme un vestido de torero completo?... Lo quiero para un amigo que sueña con ponérselo en un baile de trajes... Estará hecho un mamarracho. Pero a nosotros no nos importa. ¿Podrás buscármelo?».
Ordenose el mayor silencio para no molestar a Su Majestad, que no quiso tomar más que un huevo cocido y un poco de chocolate claro. Pidió agua helada; pero en esto no le podían complacer. Quedose solo, y al poco rato llamó pidiendo le llevaran una venda y un poco de sebo para ponérselo en la frente.
Entonces, tomando Currita el bouquet que tenía Martínez delante, tuvo la exquisita galantería de ponérselo ella misma en el ojal, repitiendo la acostumbrada frase de las floristas parisienses: Monsieur... Fleurissez votre boutonnière...
Guardéme bien de ponérselo en duda siquiera; me despedí de él muy afable, y me dirigí a la casa del médico, que estaba a dos pasos.
Antes de ponérselo le arregló el pelo y le quitó las botinas bronceadas, sustituyéndolas con el zapato adecuado. No había abierto su boca la pálida doncellita hasta entonces, reflejando en el rostro cada vez más tristeza y preocupación. Al fin, hallándose arrodillada a los pies de su ama, levantó los ojos para decirla tímidamente: Señora, voy a rogarle una cosa ... que no despida a Cayetano.
Clementina le miraba en tanto con ojos coléricos. Se puso en pie vivamente, como si la alzara un resorte: luego, refrenando su ímpetu y adquiriendo calma, avanzó lentamente hacia la alcoba, penetró en ella, recogió su sombrero de la cama y comenzó a ponérselo frente al espejillo de una cornucopia, con ademanes lentos, donde se adivinaba, sin embargo, en el levísimo temblor de las manos, la sorda irritación que la embargaba.
Palabra del Dia
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