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Actualizado: 28 de junio de 2025


Por ella terminaba allí mismo la amistad. Es fácil que volvamos á vernos dijo lacónicamente . Sólo las montañas no se encuentran. La joven había sido más explícita, nombrando el hotel de la ribera de Santa Lucía en que estaba alojada. De pie en el estribo del vagón, las vió alejarse, tal como las había visto aparecer en una calle de Pompeya.

La piedra no fué simplemente base y abrigo de dicho pueblo, sino un pueblo anterior, la generación primitiva que, suprimida paulatinamente por los jóvenes de encima ha tomado tal consistencia. Luego, todo el pasado movimiento, el tinte de la ciudad primitiva, están allí visibles y sorprendentes, con una verdad flagrante, cual vivo detalle de Herculanum ó Pompeya.

Pídame mañana a mamá... Aunque es inútil, ya le he dicho yo a mamá que nos casaremos en seguida si usted no hubiera desistido. Disponga de . Le suplicaría que nos casáramos cuanto antes. Soy suya, enteramente suya. Iremos los dos, usted y yo, a la gran felicidad, a esa gran felicidad que soñé, que soñé tanto en estos días, y rezando delante de la Virgen, en la iglesia de Nueva Pompeya...

El era tal vez el único que iba á llegar en todo el día. «¡Señor, á cualquier precio!...» Pero el marino siguió adelante. Siempre, al acordarse de Pompeya, había formulado el deseo de volver á verla solo, absolutamente solo, para recibir una impresión directa de la vida antigua.

Verdaderamente es una alegre ciudad, sobre todo en las hermosas tardes en que el sol se pone detrás de las arenas del desierto y cuando dora con sus rayos el harem de Mehemet, las fortificaciones del viejo puerto, el palacio del faraón y la columna de Pompeya.

Daban la guarda a uno y otro lado de la puerta dos maniquíes vestidos de reyes de armas del siglo XVI, con gigantescas adargas y dalmáticas auténticas de terciopelo morado, bordadas de castillos y leones, y frente por frente, en el otro extremo de la pieza, y en una especie de ancha, alta y profunda hornacina, a que se subía por tres gradas de mármol blanco, había un diván turco, cubierto el pavimento por legítima alfombra de Persia y mullidos almohadones de raso y terciopelo, y decorados el techo y las paredes con mosaicos romanos y de Pompeya, bajos relieves egipcios y brillantes azulejos moriscos.

Si todo esto desapareciese, Salamanca, por muy bien conservados que guardase sus monumentos, no pasaría de ser un cadáver, como Nínive ó Pompeya. Pero dejémonos de discursos, y enumeremos, siquier rápidamente, las cosas que vimos aquella mañana antes de regresar á la fonda.

Y evocaba la tarde en que llegara a la ciudad murmurando los versos melancólicos de "Christine" y la iglesia de Nueva Pompeya flotó suspensa en la lejanía de la sombra violácea. Y nos pondremos de rodillas, Lucía, en esa iglesia. Lo he soñado. Preguntó a Julio si había estado alguna vez en Nueva Pompeya. , el año pasado. Después de una semana de lluvias, el Riachuelo se había desbordado.

Una noche, tuvo el capricho de visitar Pompeya a la luz de la luna. Es una ciudad por mi estilo dijo con una sonrisa amarga ; es justo que los muertos se consuelen entre . Fue preciso arrastrarla por espacio de dos horas sobre el empedrado desigual de la ciudad muerta. Hubiera sido un paseo delicioso para un corazón alegre. El día había sido hermoso; la noche era casi tibia.

Eran caserones rojizos del tiempo de los virreyes españoles ó palacios del reinado de Carlos III. Sus anchas escalinatas estaban adornadas con bustos policromos procedentes de las primeras excavaciones en Herculano y Pompeya.

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