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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Era Sardanápalo quemándose con sus queridas... Completaban el decorado de la pieza tres o cuatro fotografías de niños muertos. Eran los hijos que se le habían malogrado a D.ª Laura en edad temprana. Vistos a la luz de las bujías del próximo festín, los pobrecitos tenían cara de muy desconsolados por haberse ido del mundo tan pronto sin alcanzar la hartazga de aquella noche.

Exclamaciones, interjecciones, gritos y risas se cruzaron de un lado a otro; pero las risueñas estaban en minoría: dominaban las espantadas. Una vieja medio sorda se hizo una trompetilla con ambas manos, creyendo que sus oídos la engañaban. ¡Ave María de gracia! ¡En mi vida tal ! ¡Abrir la barriga! No sería en tierra de cristianos, mujer. ¿Y eso fue a los pobrecitos civiles? interrogó la sorda.

«Esto no se puede sufrir dijo Doña Francisca . Por último, llevarán a los paisanos, y si se les antoja, también a las mujeres... Señor prosiguió mirando al Cielo con ademán de pitonisa , no creo ofenderte si digo que maldito sea el que inventó los barcos, maldito el mar en que navegan, y más maldito el que hizo el primer cañón para dar esos estampidos que la vuelven a una loca, y para matar a tantos pobrecitos que no han hecho ningún daño».

Eso es otra cosa repuso un poco cortado. Usted puede alegrarse lo que le la gana; pero lo que le digo es que no vendrá el indulto... Ellos siempre tienen esperanza, ya lo ; están con el corbatín enroscado al cuello y todavía esperan los pobrecitos que vengan a sacarlos del barranco.

Y yo entonses juré que te quería con toa mi arma, que habías de ser mía, y tuve tentasiones de gritar a los pobrecitos de las rejas: «Hasta la vista, compañeros; si esta mujer no me quiere, yo jago una barbariá: mato a arguien y el año que viene cantaré enjaulao con vosotros al Señó de las EspinasRafaé, no seas bárbaro dijo la muchacha con cierto temor.

Unos verdaderos sibaritas los tales viñadores; ¿y aún se quejaban y exigían reformas amenazando con la huelga?... En el Caballista, los que eran propietarios de las viñas mostrábanse enternecidos por repentina piedad, y hablaban de los gañanes de los cortijos. ¡Aquellos pobrecitos que eran merecedores de mejor suerte!

Si lograba buen éxito, callaba y sonreía voluptuosamente, pero no volvía a acercarse al poeta aplaudido. Cuando éste se quejaba de su desvío, respondía: «Usted ya ha demostrado que tiene alas; vuele V., amigo mío, vuele V., que yo tengo que soltar a otros pobrecitos». Su vida privada ofrecía muy poco de particular.

Para ustedes... Ustedes son tan pobrecitos como los que yo visito en las afueras... Pero no llore usted: ya vendrán días mejores; Dios aprieta, pero no ahoga. Y reía de su caritativa malicia, que quedaba en el misterio, sin que el señor de Maltrana pudiese sospecharla. El joven también debía sus favores al «santo». Señor Vicente, con este mes ya van tres que no le pago.

Venían de merendar en las Ventas y paladeaban la última alegría del vino barato, la tortilla de escabeche y la contemplación del mísero paisaje de las afueras, más abundante en techos de cinc, polvo y pianos de manubrio que en aguas y árboles. ¡Qué rabia me da esta gente! decía Teri mirándolos con hostilidad y evitando su contacto . No, rabia no; ¡pobrecitos!

, ya, don Robustiano: ¿pues qué hay, Fulgencia? Creo que Sor Teresa está algo peor... pero no es para tanto alarmar a los pobrecitos señores. ¿Verdad, señor Magistral, que la pobre señorita no está de cuidado? Creo que no, Fulgencia; pero ¿qué dice el médico? ¿Viene de allá? , señor, de allá; y ahí dentro daba gritos... viene furioso... es un loco. No cómo le llaman a él.

Palabra del Dia

rigoleto

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