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Actualizado: 30 de junio de 2025
Iba, pues, a auxiliar a los reos de muerte en la capilla y a darles conversación en la hora tremenda, hablándoles de lo tonta que es esta vida, de lo bueno que es Dios y de lo ricamente que iban a estar en la gloria. ¡Qué sería de los pobrecitos reos si no tuvieran quien les diera un poco de jarabe de pico antes de entregar su cuello al verdugo!
Unos pobrecitos animales con la cresta despedazada, y encima, sujeto con trapos un muñón de carne cruda, sanguinolenta ¡qué asco! Aquel Herodes era el Pílades de su marido. Y hacía tres años que ella vivía entre aquel par de sonámbulos, sin más relaciones íntimas.
Deseaba cuanto antes hacer su corto viaje, como si se dirigiese á una fiesta; y al ver que se aproximaba el tranvía, estrechó otra vez varonilmente la mano del príncipe. Seguiré abusando de su autorización. La próxima vez saquearé aún más sus jardines. ¡Flores... muchas flores! ¡Si viera usted qué alegría sienten los pobrecitos cuando las coloco junto á sus camas!
Y digo más: estando tú abrumado de trabajo, solo, sin servidumbre, y no teniendo yo nada que hacer, es muy natural que... MÁXIMO. Que vengas a cuidar de mí y de mis hijos... Si eso no es lógica, digamos que la lógica ha desaparecido del mundo. ELECTRA. ¡Pobrecitos niños! ELECTRA. Que su madre no les quería más que yo...
Yo no trabajo en mojigangas, amiguita repuso mi antigua ama y de picarme las manos con la aguja, prefiero ocuparme, como me ocupo, en la ropa de esos pobrecitos soldados que han venido con Alburquerque de Extremadura, tan destrozados y astrosos que da lástima verlos.
Lejos, muy lejos, por los surcos convertidos en arroyos que no podían engullir todo el golpe de agua, corrían hacia el cortijo grupos de gentes. Apenas si se les veía al través de la capa liquida de la atmósfera. ¡Jesú! exclamó Zarandilla. ¡Y cómo van a ponerse los pobrecitos!... El vendaval parecía empujarles.
Pero en las carreras, como en los demás juegos, es difícil no prevalerse de cualquier circunstancia favorable, de cualquier ventaja más o menos legal. Tiendo mi vista con lástima a toda la colosal muchedumbre de la tribuna popular. ¡Pobrecitos, no saben nada! Sólo aquí, en la tribuna del Jockey, estamos en el secreto.
Mañana sin falta. Cristeta. No tengo más esperanza. Inés. ¿Quién sabe? Cristeta. Tómalo con empeño. Inés. Vaya usted tranquila, y hasta mañana...; pero, la verdad.... ¡qué granujas son los hombres! Cristeta. Y nosotras, ¡qué simples! Inés. No, pues si todas fuéramos tan listas come usted, ¡pobrecitos! Cristeta. Con eso y con que no me sirva de nada... Inés. Adiós, señorita.
No son mala gente afirmaba refiriéndose a sus huéspedes . Los pobrecitos tienen tan poca fortuna, que hay que ayudarles. Ella es una excelente muchacha: tan trabajadora... tan modosita... Pero no van a misa, don Vicente; fíjese usted y verá como nunca entran en la iglesia. El es un impío que ha escrito en los peores papeles.
Palabra del Dia
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