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Actualizado: 5 de julio de 2025


¡Pero si esto es muy divertido! decía Currita con infantil alborozo . ¡Qué delicia!... Mire usted, Butrón; mire usted qué graciosos van todos con sus cintitas encarnadas... ¡Uy, aquel jorobadito!... ¡Qué mono!... ¡Ah, pícaro!... ¡lleva una bandera en que pide reforma!... ¡Pues claro está que la necesita!... ¡pobrecito!, ¡sobre todo por la espalda!...

Después, una especie de centauro agrandado por el misterio de la noche, que movía algo negro como una espada, sin cesar de mugir: Qui dormiunt in terræ pulvere, evigilabunt... Buenas noches, don Luis dijo el cura al reconocer al doctor. Con este van hoy ocho. Es un pobrecito que ha muerto de la viruela y lo he dejado para lo último... ¡Después dirá usted que la Iglesia no trabaja!

El único ser que tiene para ella amistosa y desinteresada devoción es un pobrecito jorobado, desvalido y casi inútil.

Como nos da sus bienes, nos su gloria. Amén. Dios se lo al pobrecito que no lo tiene. Amén. Anís, al acabar, dio un salto a pie juntillas tan espontáneo, derecho y repentino, como lo dan los peces en el agua. Capítulo X Marisalada estaba ya en convalecencia; como si la naturaleza hubiera querido recompensar el acertado método curativo de Stein y el caritativo esmero de la buena tía María.

Desde entonces estoy fabricado con algo muy duro: soy de acero, soy de bronce. «Sólo puedes contar conmigo, pobrecito le dije al pequeño . No tienes a nadie más en el mundo, pero yo trabajaré por ti». Fui tímido y flojo para defender a la madre; pero el chiquitín me dio una fiereza de tigre... Esta segunda parte de mi vida la conoce usted mejor que la otra.

¡Qué palabrotas dice!... ¡Ramón se ha reído más...! No sabes la gracia que le hace su lengua de arriero. Anoche nos dio malos ratos, porque llamaba a su Pae Pepe y se acordaba de la pocilga en que ha vivido... ¡Pobrecito! Esta mañana se me orinó en la sala.

¡Y así lo haré! afirmaba la mujer . ¡Oh, Madrid! ¡cómo lo odio! ¡qué horror quedarme aquí para siempre!... Y bien mirado, lo que temo es vivir en él... sin ti... ¡Pobrecito Madrid! ¡Yo que lo quiero tanto! ¡yo que te he conocido viviendo en él!... Pero no, no podría estar aquí una semana más. Te vería por todos lados; cada calle nos guarda un recuerdo. No; decididamente... lo detesto.

Porque mi mujer, me sacaba los ojos, repitiéndome: ¿Serás capaz de no hacer nada por el desgraciado hijo de Eulogia? el pobrecito no sirve para nada, y en ninguna parte estará mejor que en el Ministerio. Y me lo traje, y ahí está; el servicio público no ganará gran cosa, pero mi mujer y la prima Eulogia están contentas.

Manifestó el caballero que conocía los antecedentes todos y la historia completa de la desgraciada joven, y se presentó con bienhechor de la humanidad, amparo y arrimo de la orfandad desvalida. ¡Era tan rico!... ¡Pero tan antipático!... ¡Pobrecito D. José! Ahora que eres el más infeliz de los hombres.

Para evitarte molestias no quise casarme otra vez... ¡Qué no haré yo por ti, Ida mía!» «El año próximo pienso dar por terminados mis negocios en América, y volveré á nuestra patria, y compraré un castillo del que serás la reina; y tal vez se enamore de ti algún noble oficial de caballería con apellido ilustre, y tu pobrecito papá tendrá celos... ¡muchos celos!...»

Palabra del Dia

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