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Actualizado: 20 de junio de 2025


En las veces que fue admitido a la intimidad de la habitación de Nucha y se le consintió aproximarse a la nené y vivir su vida, jamás osara hacerlo.... Miedo de que le riñesen o echasen; vago respeto religioso que se imponía a su alma de pilluelo diabólico; vergüenza; falta de costumbre de sus labios, que a nadie besaban; todo se unía para impedirle satisfacer una aspiración que él juzgaba ambiciosa y punto menos que sacrílega.... Pero ahora era dueño del tesoro; ahora la nené le pertenecía; la había ganado en buena lid, la poseía por derecho de conquista, ¡ese derecho que comprenden los mismos salvajes!

¡Haré lo que quiera! gritaba, complaciéndose en escuchar su propia voz entre el fragor de la tempestad . ¡Ni muertos ni vivos mandan en !... ¡Toma!... ¡para mis nobles ascendientes!... ¡Toma!... ¡para mis antiguas ideas, para todos los Febrer!... Repitió varias veces el indecoroso ademán con una alegría de pilluelo.

La prueba mejor de que tiene buen natural y que sus instintos son finos y distinguidos es que, en vez de enamorarse de cualquier pilluelo de su edad, ha preferido un hombre maduro como yo, educado en una esfera más elevada que la suya. Su falta tiene, pues, origen en las cualidades más admirables de su corazón.

El chico, comprendiendo bien que aquellos interrogantes tenían un fin puramente retórico y no debían ser contestados, limitábase a lanzar gritos de dolor inarticulados. ¡Ven acá, pilluelo! ¡Quiero llevarte delante de tu padre! ¡A ver si me dices ahora que yo te tengo mala voluntad! ¡Has de parar en un presidio! ¡Ven aquí, ven!

Hubo un instante en que los expedicionarios salieron de los pasadizos a plaza más despejada; era una especie de cueva circular, con tragaluz, y en su fondo bostezaban las anchas fauces del pozo Lucas, lleno de un agua soñolienta, sombría y honda. El pilluelo acercó curioso su lámpara. La guardiana le asió del brazo. Eh, amiguito, cuidado con caerse ahí.

Una risa entre picaresca y celestial alegraba tan linda obra de la naturaleza. Nucha le plantó un beso en cada carrillo. ¡Qué monada! ¡Dios lo bendiga! ¿Cómo te llamas, pequeño? Perucho contestó el pilluelo con sumo desenfado. ¡El nombre de mi marido! exclamó la señorita con viveza . ¿Apostemos a que es su ahijado? ¿Eh?

El pilluelo, trémulo de emoción por el regalo, había acogido la ceremonia con gravedad, creyéndola algo indispensable que se usaba entre los señores. ¿Eh? volvió a preguntar, mirando a don Jaime como si lo protegiese con toda la inmensidad de su valentía. Pasaba un dedo ligeramente por el filo y luego apoyaba la yema en la punta, gozando voluptuosamente al sentir su agudo pinchazo. ¡Qué joya!

Palabra del Dia

rigoleto

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