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En el mismo salón de la Bolsa sufrió Cirilo un ataque de hemiplejia, le trajeron a casa accidentado y aunque recobró prontamente el conocimiento, se notó que había quedado herido del brazo y pierna izquierdos. Mejoró bastante luego gracias a ciertos baños, pero en el brazo apenas tenía movimiento y la pierna la arrastraba penosamente.

Cuando dormía mejor, creyendo que aún le quedaban muchas horas á la noche, sentíase despertado por un tirón de pierna violento. Su tío no podía tocar de otro modo. «¡Arriba, grumeteEn vano protestaba, con la profunda somnolencia de su juventud... ¿Era ó no era el «gato» de la embarcación que tenía al médico por capitán y único tripulante?...

Tales espectáculos indignaban a Moreno, que al verse acosado por estos industriales de la miseria humana, trinaba de ira. Pues cuando se volvía para no verle, el maldito, haciendo un quiebro con su ágil muleta, se le ponía otra vez delante, mostrándole la pierna. Al aburrido caballero se le quitaban las ganas de dar limosna, y por fin la dio para librarse de persecución tan terrorífica.

Gran trabajo me costó reprimir una expresión de horror viendo á aquella masa humana acercarse á mi, teniéndose alternativamente en una y otra pierna. El monstruo me hizo seña de que esperara, y después se paró delante de , contemplándome fijamente los estúpidos ojos y dándome con el resuello en la cara.

Así fue; le dio tan fuerte y repentino calambre en la pierna derecha al pobre vizconde, que tuvo que saltar del cuadro... Y con tanta torpeza lo hizo, que con todo su peso le pisó un pie a doña Brianda... ¡Grosero! exclamó ésta, sin poder contener su dolor. Para tranquilizarla, dobló Guy la rodilla en tierra y le suplicó: «Pardón, madame

Luego dejó caer la pierna otra vez, y ésta, como si obedeciese á un poder diabólico enemigo de Momaren, volvió á cerrar herméticamente la ventana. Rugió de cólera la concurrencia, viendo en esto un nuevo insulto para todos. El Hombre-Montaña quería burlarse de ellos.

Aquellos condenados nos llevaron a Inglaterra, no como presos, sino como detenidos; pero carta va, carta viene entre Londres y Madrid, lo cierto es que se quedaron con el dinero, y me parece que cuando a me nazca otra pierna, entonces el Rey de España les verá la punta del pelo a los cinco millones de pesos. ¡Pobre hombre!... ¿y entonces perdiste la pata? le dijo compasivamente Doña Francisca.

¡Toma! dijo el cirujano-calafate-artillero , ¿dónde está tu otra pierna, farsante? Allá arriba, sobre el puente, quizás aún... Vamos, desembarázame de ésta, porque me incomoda mucho. Parece que me han atado una bala de treinta y seis al pie. ¡Oh! y tengo sed, siempre sed.

Y, en último caso, si el mundo nos causa espanto, permanecemos en casa. ¡Permanecer siempre en casa! ¡bonito porvenir! ¿Imagináis, por ventura, que han de venir las mujeres a buscarme a domicilio, en el estado en que me encuentro? ¡Os casaréis! He conocido a un teniente de coraceros que había perdido un brazo, una pierna y un ojo.

No; están en el teatro... No sabe uno dónde la tiene; ¿verdad, querido? ¡Hola! ¿Hay compañía? , desde hace unos días. ¿Crees que me hubiera matado, Gonzalo? Phs... tal vez se hubiera usted roto una pierna, o las dos... o una costilla. ¡Menos malo! exclamó el señor de Belinchón dejando escapar un suspiro.