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Actualizado: 19 de julio de 2025
La de Bringas hacía allí público alarde de su vestido mozambique y Cándida lucía el suyo de gro negro, único que conservaba en buen estado. Ocioso será decir que hallándose presente el Sr. de Pez, ningún otro mortal podía atreverse a levantar el gallo en una conversación de política o sobre cualquier asunto de sustancia.
Y, sobre todo, carece de lo que da al verdadero pez vigor en sus movimientos, la viva contracción de la espina para golpear fuertemente con la cola: lo único que puede imitar el hombre, aunque muy imperfectamente, son las nadaderas.
Tiro al primero y cae a la orilla. ¡Pero el otro...! El otro estaba ya en lo alto en medio de la charca. Disparo sin esperanza alguna y con gran sorpresa le veo caer al agua. ¡Allí vierais a Fidel echarse al agua y nadar como un pez mientras este otro animalito, la Dora, a quien tenía sujeta por el cuello, aullaba y se estremecía de afán por seguirle!
Trascurrido algún tiempo, Mendoza volvió a visitarle y le pidió veinticinco. Se encontraba en deuda con otra patrona, pues se había mudado a la calle del Pez. Miguel volvió a abrir su bolsa y a remediarle.
Apenas se dio cuenta de que confundía unas palabras con otras y de que se embarullaba un poco al hablar de la completa mejoría de Bringas. ¡Y qué bueno estaba Pez! Parecía que se había quitado diez años más de encima, y que se hallaba en la plenitud de los tiempos pisciformes.
El enorme pez de Pascuas comprende todas las partes y substancias de cosa pescada, desde el ruso caviar hasta el escabeche y el arenque de barril, que brilla como el oro y quema como el fuego. Una familia podrá morirse toda entera; pero dejar de celebrar la Noche Buena con cualquier comistrajo, no.
Cuando la encontramos Pez y yo, y tuvimos el honor de que nos guiara a la morada de Bringas, ya llevaban más de un año de abandono y podredumbre las famosas tablas de Rafael, el cuadro de Tristán y las otras mil preciosidades que por milagro de Dios no estaban en los museos. Era Cándida una de las más constantes visitas de los Bringas.
A nuestra izquierda, habia una mesa rodeada de obreros, que sin duda acababan de comer. Ya de sobremesa, pasaban el rato en acertar charadas ó adivinaciones. Uno preguntó: ¿cuál es la cosa que más se pega? Este decia que era la resina; aquel que el alquitran; el uno que la cola; el otro que el aceite, el de más allá, que la trementina; el que le sigue, que la pez, y así cada cual decia su cosa.
Al llegar a la puerta de la casa, salió Isabelita al encuentro de su mamá gritando con inocente júbilo: «¡Papá ve, papá ve!». Entraron apresuradamente Rosalía y Pez, poseídos de gozo por tan buena nueva, y vieron a D. Francisco que se paseaba de largo a largo en Gasparini con la venda alzada, gesticulando, tan nervioso y excitado que parecía demente.
A ti me dirijo, a ti que eres bueno y me conoces hace tiempo. ¿Bueno yo?... dijo Augusto con ironía . A ver, ¿qué quieres? Necesito..., ¿tendré que decírtelo?..., necesito dinero. Ya... Yo no puedo estar así. Váyanse al diablo tus recetas. Te diré..., yo quiero vivir y esto no es vivir. Dinero para el Pez. No, no; lo necesito para mi procurador y para mí.
Palabra del Dia
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