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Actualizado: 28 de julio de 2025
Centenares de luces brillaban en dorados candelabros, reflejándose en mil chispas de varios colores sobre los vasos tallados y los vistosos jarros llenos de flores y frutas. El mismo desorden que allí había, como en todo lo perteneciente a lord Gray, hacía más deslumbradora la extraña perspectiva del preparado festín. Al fin, mostrando impaciencia, dijo el inglés: Ya no pueden tardar.
Había margaritas, pensamientos, pasionarias, girasoles, lirios y tulipanes enormes, todos respetuosamente inclinados en señal de tristeza... El fondo o perspectiva consistía en el progresivo alejamiento de otros sauces de menos talla, que se iban a llorar a moco y baba camino del horizonte.
No, nada había cambiado en sus proyectos para el porvenir. Eva se volvería a América y él a alguna guarnición lejana. Probablemente no se verían más; él envejecería solitario como la tía Liette: ella se casaría con algún brillante noble o con algún rey del país de los dólares... No era esta una agradable perspectiva, y, sin embargo, era feliz. «El corazón tiene razones que la razón no conoce.»
Esta perspectiva es una de esas imaginaciones con que los poetas han idealizado los valles y los bosques de la Normandía; esto es un lago de hadas; una fantasía de Osian, no tan delicada, no tan tierna, no tan expresiva, no tan grata al espíritu; pero brillante, deslumbradora, francesa, parisiense, es decir, dramática.
Al frente se destaca la masa de la ciudad, sin perspectiva de calles, porque los edificios están como amontonados sobre el borde de la barranca, cual si quisiesen todos mirarse, por los huecos de sus innumerables balcones y ventanas, en las ondas azules y trasparentes del fondo del abismo, y aspirar las brisas de las campiñas de la márgen derecha.
Mujer que así pensaba no podía transigir con la perspectiva de quedarse sin flor, exponiéndose a dar fruto que acaso no tuviese dueño conocido. Su entereza estaba además cimentada en otra base de resistencia, acaso más salvadora que la misma castidad romántica.
Allá, a las cinco de la tarde, cuando el sol se pone, ofrecen admirable perspectiva esas tres leguas de agua, sin una barca, sin una vela que limite y dé variedad a su extensión.
Elías la había clavado por dentro desde que ocupó la casa. Si la perspectiva del patio era desapacible, el interior de la habitación tenía indudablemente cierto encanto, no porque en él hubiera cosas bellas, sino por la sencillez y modestia que allí reinaba, y el cuidadoso aseo y esmero, única elegancia de los pobres.
Cuando le anunciaron que se preparase a unir su suerte en plazo breve a la de D. Santos, cayó presa de fuerte desmayo. Al salir de él declaró rotundamente que no lo haría aunque la desollaran viva. Ni las reflexiones de su confesor, ni la perspectiva de la deshonra, ni las lágrimas de su padre consiguieron ablandarla.
Ante la inevitable perspectiva de la separación, hasta las señoritas de Blandieres se ponían melancólicas. Una noche, en el Casino, habiéndose discutido la cuestión de la partida, Huberto se aproximó a María Teresa y le dijo con aire triste: No puedo habituarme a la idea de separarme de usted. Cada día me digo: ¡me iré mañana! El mañana llega, y no tengo valor.
Palabra del Dia
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