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Actualizado: 2 de junio de 2025
»No habla de amor mi corazón que late: cuando en mi corazón hay un latido, es que me anuncia que en algún combate un héroe de la patria ha perecido». . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
A esto se había alborotado todo el templo, gritaban las mujeres, se revolvían los hombres, suspendiéronse las vísperas, y en confuso tropel salieron los canónigos del coro, llegando á oportuno tiempo, pues por la fuerza se apoderaron de D. Alonso Alvarez Córdoba, que hubiera allí mismo perecido si no lo encierran en la tribuna del órgano.
Momentos hubo en que éste, Roger y Butrón hubieran perecido sin el oportuno refuerzo del escocés Burley al frente de los veteranos de Gales, que cayeron sobre el enemigo con furia sin igual, obligándole á retroceder buen trecho.
Incorporóse lentamente y contempló á Roger, que no tardó en abrir los ojos y en sonreirse complacido al escuchar los elogios que todos á porfía le prodigaban. Os estoy muy reconocido, señor mío, díjole Tránter, con no muy amistoso acento. Sin vos hubiera perecido en el río, porque soy natural de las montañas de Varén, donde se cuentan muy pocos que sepan nadar.
Los rayos del sol eran tan intensos, que el Almirante, según consignaba en sus cartas, temió que incendiasen navíos y personas. Caían sobre la escuadrilla frecuentes turbonadas, pero estas lluvias de pegajosa tibieza sólo servían para hacer tolerable el calor durante unas horas. Colón las acogió como un socorro providencial, creyendo que sin ellas todos hubiesen perecido.
En el colegio se murmuró como cosa cierta que D. León iba a ser nombrado Capitán general de Madrid; pero aunque mucho leímos y releímos los periódicos en los días siguientes, nunca pudimos tropezar con el nombre del general. Llegó un instante en que creímos que había perecido en el combate, si bien no comprendíamos cómo no se hablaba más de esta desgracia.
Gallardo le compadecía, recordando sus predicciones. No le había matado la Guardia civil. Le habían asesinado durante su sueño. Había perecido a manos de los suyos, de un «aficionado», de uno de los que venían detrás empujando, con el ansia de ganarse el cartel. El domingo, su marcha a la plaza fue más penosa que otras veces.
Las mujeres le rodearon, llorando todas al verle herido; él dijo algunas palabras, volvieron los suyos, y entre cuatro le llevaron á su casa. Antes de llegar á ella ya estaba muerto. Reinaba en el pueblo la consternación, porque habían perecido muchos hijos y muchos maridos; las madres y las esposas gritaban por las calles con amargos y dolorosos lamentos.
Habíamos de pasar este rio, pero los indios estaban defendiendo este paso, y nos hacian tan gran daño, que si no fuera por la providencia de Dios, y la artilleria que se disparaba bien, hubiéramos perecido. Pero le pasamos, y en las naves llegamos á la otra ribera: lo cual visto por los indios, huyeron á meterse en su pueblo, á media legua de allí.
El grado de jefe de división fue, en efecto, el premio de su valor, pero desapareció pocos días después, y todos quedamos convencidos de que había perecido en una emboscada.
Palabra del Dia
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