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Actualizado: 12 de julio de 2025
Por lo bien que decía las cosas y la gracia de sus juicios, aparentaba saber más de lo que sabía, y en su boca las paradojas eran más bonitas que las verdades. Vestía con elegancia y tenía tan buena educación, que se le perdonaba fácilmente el hablar demasiado.
Quintanar no le perdonaba a Zorrilla la ocurrencia de atar a Mejía codo con codo, y le parecía indigna de un caballero la aventura de don Juan con doña Inés de Pantoja. «Así cualquiera es conquistador». Pero fuera de esto juzgaba hermosa creación la de Zorrilla... aunque las había mejores en nuestro teatro moderno.
Entre tanto Inglaterra debería enviar un agente á Marruecos, enmendando la falta de no haberlo hecho cuando la expedición de Cádiz, porque desde allí hubieran ayudado . Perdonaba y miraba por encima del hombro á los émulos que tanto le habían contrariado en Inglaterra, esperando taparles la boca con el cumplimiento de sus vaticinios y con el triunfo que también en Francia había conseguido sobre Villeroy, Saucy y los compañeros que querían á toda costa impedir su entrada en el Consejo real .
Luego buscó prestada una ratonera, y con cortezas de queso que a los vecinos pedía, contino el gato estaba armado dentro del arca, lo cual era para mí singular auxilio; porque, puesto caso que yo no había menester muchas salsas para comer, todavía me holgaba con las cortezas del queso que de la ratonera sacaba, y sin esto no perdonaba el ratonar del bodigo.
Jacques, por íntima complexión bondadoso, reía a más no poder de la gárrula charla de Gustavo y de su pintura por el método de las gesticulaciones, mas lo que no le perdonaba fácilmente era el desorden de su vida, que entera se deslizaba en cafés y cervecerías, y aun más lo disgustaba el perverso espíritu de envidia, la hostilidad maldiciente con que denigraba a todo lo que valía más que él.
Movió el príncipe la cabeza, murmurando palabras de afirmación: «Sí; perdonaba.» No quería dejar sobre la otra el más leve peso de su dolor; lo guardaba todo para él... Pero á continuación no pudo resistir el empuje de este mismo dolor deseoso de exteriorizarse, y sintió extrañeza ante las palabras que se le escapaban, atropellando su voluntad. ¡Yo también, lady, soy muy desgraciado!
Decía la Ignacia que Catalina estaba en su casa, en Zaro, desde hacía algunos días. Al principio no había querido oir hablar de Martín, pero ahora le perdonaba y le esperaba. Martín y Bautista se presentaron en Zaro inmediatamente, y los novios se reconciliaron. Se preparó la boda. ¡Qué paz se disfrutaba allí, mientras se mataban en España! La gente trabajaba en el campo.
¿De qué me da las gracias este tunante? dijo el cocinero mayor todo hosco y espeluznado de indignación ; ¿quién ha permitido á este lobezno, á este hereje, á ese malhechor que entre en la cocina? La señora Luisa ha venido con él esta mañana, y nos había dicho que vuesa merced le perdonaba. ¡Ah! ¡mi mujer ha venido... con éste!
Palabra del Dia
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