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De veras, le tengo lástima... ¡pero qué mareo de hombre y qué organillo de lamentaciones! Carolina no tiene perdón de Dios, y bien podía enmendarse, al menos para evitarnos las jaquecas que nos da su marido...». D. Francisco se dormía antes que ella.

Pues han de saber ustedes dijo con misterio doña Rosalía, que esta casa... Pues ... les diré á ustedes: yo vivo en la casa de al lado en el cuarto piso, y soy sastra, con perdón de ustedes, y coso toda la ropa de casa del señor Nuncio del Papa, y la del Patriarca de las Indias; coso á todo el arzobispado de Toledo, y á veces coso á la capilla de Palacio.

Mira, chico, la quiero como si fuese mi madre... Y eso que yo no he conocido a mi madre. Esta mañana, doña Zobeida saludó a Isidro con sonrisa tímida y miradas suplicantes. No se atrevía a formular un pensamiento que la había empujado hacia él, y anticipadamente imploraba perdón con sus ojos.

Escribí a éste una larga carta; le pedí perdón casi por haber ido a buscar mujer en la casa de su enemigo hereditario; «pero agregué, confío que de esta manera la vieja disputa se arreglará por sola». La respuesta se hizo esperar mucho tiempo.

Ya se ve ... con estas ideas del día, ¡qué había usted de hacer! Es preciso perdonar dijo doña Paulita con una voz agridulce y atiplada, que parecía salir de lo profundo de un cepillo de iglesia. , perdonar; pero corregirse también indicó Salomé con el aplomo de un legislador. Si no, á dónde iríamos á parar; porque el perdón sin corrección produce peores efectos que el no perdonar.

»Pero lo que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la silla y la mano abierta en la mejilla, y, pidiendo perdón a Camila del mal comedimiento, dijo que quería reposar un poco en tanto que Anselmo volvía. Camila le respondió que mejor reposaría en el estrado que en la silla, y así, le rogó se entrase a dormir en él.

Todo retardo podría inspirar sospechas e impedir su reclusión. Es que mañana mismo le diré a la condesa que conozco su cobarde proyecto contra . La obligaré a renunciar a él, amenazándola con mi venganza. Quiero que se eche a mis pies, y que me pida perdón.

Cada día siento mayor necesidad de consagrarme a Vos únicamente y de sacrificároslo todo. Mi alma, emanación de la vuestra es, y no puede encontrar la paz sin estar unida a lo que es su principio y fin. ¡Perdón, Señor!... Esta mañana he cometido un pecado. A una pobre muchacha que me ha pedido favor, le he contestado con desprecio y he sentido un poco de orgullo al hablar con ella.

Al instante que salió de ella, pidiéronle todos perdon, que concedió francamente. Abreu, con los 50 cristianos que le seguian, se desvió 30 leguas de la plaza, donde no podíamos hacerle daño, y él nos lo hacia desde cualquier parte.

¿Tenéis alguna razón para ello? Una sola, y es que no conozco una sola que sea digna de . ¡Ah! ¡Mi Dios! Es decir, perdón... replicó Jacobo con la misma gravedad : estáis vos... pero vos no sois libre... y por otra parte... Por otra parte, ¿qué? preguntó la joven, tendiendo el arco de sus cejas. Por otra parte... vos, vos misma estáis a punto de caer. ¡Pero, señor Jacobo!