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Así como las aventuras novelescas de los libros de caballerías enloquecían a los espíritus débiles, ciertas exageraciones en que incurren los biógrafos de los santos son extremadamente peligrosas para los temperamentos no bien equilibrados. Sólo los corazones sencillos son gratos a Dios y a los hombres. O niños o como niños, ha dicho el Salvador.

Don Martín tenía a su madre enferma y no abandonaba el convento. El Vara de plata estaba satisfecho de Luna viéndolo solo. Creía que era él quien había repelido a los discípulos, cortando de este modo sus peligrosas conversaciones, para restablecer el buen orden en el claustro.

Se dice que tienen picos de 18.000 y más pies de altura. ¿Estamos muy lejos de esa isla? Tal vez a cuarenta millas. ¿Llegaremos a ella? Las costas meridionales son peligrosas, Cornelio, y sus habitantes, casi todos piratas. Trataremos más bien de llegar a las islas Arrú, que se encuentran a la entrada del mar de las Molucas, y donde espero encontrar pescadores holandeses de trépang.

Los barcos de carga, carracas á vapor que sólo hacían unas millas por hora, sin llegar á la decena, obligaban al resto del convoy á una desesperante lentitud. El Mare nostrum tenía que marchar á media máquina, haciendo sufrir grandes impaciencias á su capitán en estas peregrinaciones monótonas y peligrosas á través de semanas y semanas.

El día acababa y en algunas ocasiones era ya noche cerrada cuando la marea nos volvía a la costa y nos depositaba a pie llano sobre los guijarros de la playa. Nada podía ser más inocente para todos, y sin embargo, recuerdo hoy aquellas horas de pretendido reposo y de languidez, como las más bellas y acaso las más peligrosas de mi vida.

Vióse precisado Memnon á darle quanto tenia, y gracias á que en aquellos venturosos tiempos no habia peores resultas que temer; que aun no estaba descubierta la América, ni eran las hermosas damas afligidas tan peligrosas como ahora. Confuso y desesperado Memnon se volvió á su casa, donde encontró una esquela convidándole á comer con unos amigos íntimos.

Un gran siseo sumergía y apagaba aquel grito interrogante. Reinaba otra vez el silencio. Pero cuando parecía que todo iba a quedar sofocado se oía otra vez a Timoteo que desde el centro clamaba con voz agria: ¡Es que yo deseo saber por qué me pega a ese tío gordo! Al cabo estas preguntas peligrosas se fueron atenuando; se hicieron más raras y débiles.

Débil y delicada como ella, la nieta, a quien la enlutada nodriza paseaba por el Corso bajo la vigilancia de la abuela, había vegetado algún tiempo y pasado a fuerza de cuidados y de precauciones las peligrosas etapas de la primera infancia para naufragar en el alba de la primera juventud, y con su virginal atavío de la primera comunión, la llevaron al lado de su madre, a la sombra de aquella vieja iglesia de Candore, adonde nunca había ido en vida.

Pero el valeroso Doroteo despreciaba estas invenciones de la malevolencia. ¡Qué hombre ilustre carece de envidiosos! Había perdido su timidez de los primeros tiempos de la revolución, cuando rondaba en torno de los caudillos principales como un oficial de lealtad perruna, siempre dispuesto á encargarse de las misiones peligrosas.

Has de saber que entre los Santos Lugares y el fin del mundo habitan muchos y muy numerosos pueblos, cuales son el de las amazonas, el de los pigmeos y aun el de ciertas mujeres, tan bellas como peligrosas, que matan con la mirada, como se dice del basilisco. Y al oriente de todas esas naciones está el reino del Preste Juan, cuyas vagas descripciones habrás hallado en los libros.