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Actualizado: 29 de mayo de 2025
632 Jamás le sacude un golpe, porque lo trata al bagual con paciencia sin igual -al domarlo no le pega-, hasta que al fin se le entrega ya dócil el animal. 633 Y aunque yo sobre los bastos me sé sacudir el polvo, a esa costumbre me amoldo: con pacencia lo manejan y al día siguiente lo dejan rienda arriba junto al toldo.
Sin fuerza y medio muertos la mitad de los pasageros con las imponderables bascas que causa el balance de un navío en los nervios y en todos los humores que en opuestas direcciones se agitan, ni aun para temer el riesgo tenian ánimo: la otra mitad gritaba y rezaba; estaban rasgadas las velas, las xarcias rotas, y abierta la nave: quien podia trabajaba, nadie se entendia, y nadie mandaba. Algo ayudaba á la faena el anabautista, que estaba sobre el combes, quando un furioso marinero le pega un fiero embion, y le derriba en las tablas; pero fué tanto el esfuerzo que al empujarle hizo, que se cayó de cabeza fuera del navío, y se quedó colgado y agarrado de una porcion del mástil roto. Acudió el buen Santiago á socorrerle, y le ayudó á subir; pero con la fuerza que para ello hizo, se cayó en la mar á vista del marinero que le dexó ahogarse, sin dignarse siquiera de mirarle. Candido que se acerca, y ve á su bienhechor que viene un instante sobre el agua, y que se hunde para siempre, se quiere tirar tras de el al mar; pero le detiene el filósofo Panglós, demostrándole que habia sido criada la cala de Lisboa con destino á que se ahogara en ella el anabautista. Probándolo estaba
Cada uno de nuestros oradores es un Temístocles; con tal que le dejen hablar, él le dirá también a la guerra civil, al pretendiente, a toda calamidad: Pega, pero escucha. ¿Qué más cosas querían ver esas gentes, qué más, sobre todo, querían oír en poco menos de un año? No hay previsión me decía uno días pasados. ¡No hay previsión! exclamé. Esto ya es mala fe. Y todo ¿por qué?
María, que echó de ver que había rechazado con su aspereza a un alma demasiado delicada para insistir y a un hombre bastante modesto para persuadirse de que aquella sola objeción bastaba para anular sus demás ventajas, dijo precipitadamente: Si un novio con canas no pega, un marido con canas no asusta.
Cuando en América llevábamos cañones y fusiles á los revolucionarios, no nos preocupaba el uso que pudieran hacer de ellos. Tòni insistió en su negativa. No es lo mismo... No sé explicarme; pero no es lo mismo. Al cañón le puede contestar otro cañón. El que pega también recibe golpes... Pero ayudar á los submarinos es otra cosa. Atacan ocultos, sin peligro... y á mí no me gustan las traidorías.
Al verse junto a la puerta, vaciló un instante por el temor de hallarse con el molinero, a quien no hubiera podido ocultar en aquella sazón la cólera de que estaba poseído. Por fortuna había salido: sólo Rosa se hallaba en la cocina. Oyes... ¿conque tu padre te pega de palos para que te cases con tu tío? le preguntó con voz alterada, sin darle siquiera las buenas tardes.
Que a una le pega el marido una paliza; aquí al vuelo a llorar la lástima. Que me echo yo un refajo nuevo; aquí en seguida a saber lo que me costó, y en qué tienda de la villa le compré.... Que el medio cuarterón de aceite, que los dos cuartos de hilo, que la moneda roñosa, que la fía.... Vamos, Simón, que esto es un laberiento que acaba conmigo. ¿Y nada más? díjola Simón con mucha flema.
¿Qué mucho, por tanto, que sean graves y melancólicas todas las granadinas en ciudades, villas y aldeas? ¡Cuando ese tedio de lo presente y esa pasión de ánimo por lo pasado se apoderan de una raza, su triste orgullo se transmite de generación en generación, y cunde de las clases ilustradas á las ignorantes, sin que nadie tenga que enseñar ni que aprender lección alguna! ¡Es una cosa que se hereda, como las facciones del rostro; es una cosa que se pega, como el acento; es una tisis del alma!
Me ha jurado muchísimas veces que si algún día la abandono me dará una puñalada por la espalda... Y yo estoy convencido de que me la pega... ¡Vaya si me la pega! profirió con exaltación. ¿No lo cree usted, D. Dionisio? ¡Qué situación, si pudiera llevarse al teatro! exclamó el bardo con voz sepulcral, saliendo de su abstracción poética.
«¡Qué feo es!... ¿verdad, D. Plácido? dijo la madre, radiante de gozo . ¿Qué, no le da un beso?... ¿Cree que le va a pegar algo? Descuide, que lo bonito no se pega... ¿Sabe una cosa don Plácido? Me parece que le va usted a querer... y él a usted también. ¿A que sí?». El hablador murmuraba algo que no se oía bien. Estuvo un momento como indeciso entre el furor y la suavidad.
Palabra del Dia
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