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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Respecto á las encías hay que agregar, que están doloridas al tacto; que la lengua está seca, y se pega al paladar; que esta sequedad de la lengua solo es á veces una sensacion de desarmonía con su humedad real, y que su punta presenta un ardor quemante, y vesículas algunas veces con dolor de escozor tambien quemante.
¡Tiña, que yo me entiendo! ¿Por qué no quiso él que se entregara el dinero á un comerciante del Muelle cuando en el otro Cabildo se lo dijieron? Porque nos bastamos nusotros pa correr con ello sin ayuda de naide. Por lo que se pega, borrico. Que son malos quereres, tío Tremontorio.
Robamos a la muchacha, ¿sí o no? Sí, y mil veces sí. Ese proyecto me tiene entusiasmado. Y me marcharé con ella a Madrid; porque yo quiero ir a Madrid. Dicen que allí suele haber alborotos. ¡Oh!, ¡cuánto deseo ver un alboroto, un motín, cualquier cosa de esas en que se grita, se corre, se pega! ¿Ha visto usted alguno? Más de mil. Eso debe de ser encantador.
A Lima se despacha mensagero Por tierra á Arequipa: mas allega El Ingles al Callao de primero, Sin combate de mar y sin refriega: El puerto reconoce placentero, Y á las naves y barcos bien se pega, A vista se nos pone y hace fieros, Y en tierra algunos buscan agujeros. En breve se conoce ser cosario.
A Eugenio se le pega tambien algo de la malignidad atmosférica que le rodea; pero todavía conserva alguna cosa de las apacibles emociones de la salida del sol. El dia se va encapotando, el tiempo no será tan bueno como se prometia el espectador de la mañana.
¡Cuánta serenidad, pues, en menos de un año, para ocuparse en apuros de la patria hasta de los más pequeños dimes y diretes! ¡Cuánta conversación! Temístocles le decía a su general: ¡Pega, pero escucha!
La Sanguijuelera, que algunas veces visita a su sobrina, tiene gran cariño al cabezudito: le coge, le zarandea, le da gritos, y le llama ¡rico!, ¡riquín!... De donde resulta que al muchacho se le pega este nombre, y en lo sucesivo todos le llaman Riquín. Junio. Muerte del general Concha. Pánico y luto. Retirada. La patria, que creía próxima su salvación, gime.
Era para golpear al caballo, pero lo levantaba con facilidad cuando alguno de los peones incurría en su cólera. Te pego porque puedo decía como excusa al serenarse. Un día, el golpeado hizo un paso atrás, buscando el cuchillo en el cinto. A mí no me pega usted, patrón. Yo no he nacido en estos pagos... Yo soy de Corrientes. El patrón quedó con el látigo en alto.
Porque así no hay alma que le dé un beso. La madre se puso colorada. No crea usted que le he dejado de lavar, que le he lavado dos veces hoy, señora; pero este arrastrao no sé dónde se ensucia tanto. Pues yo sí: revolcándose en la carretera. ¡Ah pícaro! ¡Corre, corre, que te pega tu madre!
Disimulando su asco, por no lastimar a la infeliz pareja, Juliana dijo a Nina: «¡Pues no le ha caído a usted mala incumbencia con este tipo! Mire que esa sarna se pega. Buena se va usted a poner, sí señora; buena, bonita y barata... O es usted más boba que el que asó la manteca, o no sé lo que es usted».
Palabra del Dia
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