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Actualizado: 17 de junio de 2025


Digan mis cabellos, Pues saben las yerbas Que dejé en sus hojas Infinitas hebras, Qué defensas hice Contra sus ofensas; Y mis ojos digan Qué lágrimas tiernas, Que a un duro peñasco Ablanda pudieran. Viviré llorando, Pues no es bien que tenga Contento ni gusto Quien sin honra queda. Sólo soy dichosa En que pedir pueda Al mejor alcalde Que gobierna y reina, Justicia y piedad De maldad tan fiera.

La figura de este peñasco es del todo admirable, porque como desde su raiz se eleva suavemente, de repente se levanta hasta la cumbre, y en el remate se endereza á manera de pared.

Leonido se acerca de nuevo á recoger sus armas y á ver á Marfisa; arranca un peñasco de la caverna, y mira á la doncella en un salón de cristal en medio de sus ninfas, que la cubren de galas y regocijan sus oídos con cánticos agradables.

Componíanse aquéllas, como ya se ha dicho, de un poco de todo lo de éstas, y no era en conjunto tan escaso que no diera para satisfacer los gustos y las aficiones de los tertuliantes. Los había de una tenacidad de hierro para el tresillo, apegados a la mesa como la ostra al peñasco.

En el muelle se agolpaban los del oficio: su vista, acostumbrada a las inmensidades del mar, había reconocido lo que remolcaba la barca. Pero Antonio sólo miraba, al extremo de la escollera, a una mujer alta, escueta y negruzca, erguida sobre un peñasco, y cuyas faldas arremolinaba el viento. Llegaron al muelle. ¡Qué ovación! Todos querían ver de cerca el enorme animal.

Incendiaron algunos ranchos, poco distantes de la iglesia de San Juan, se apoderaron del arrabal de Guansapata, rechazaron á los indios fieles Mañazos que lo defendian, y finalmente pusieron una de sus banderas sobre un peñasco muy inmediato á la poblacion, en cuya mayor altura habia una cruz.

Aunque me temo que ni tus brazos de hércules puedan con ella. Tristán se dirigió al peñasco sonriéndose. Era de enorme peso y hundido en parte en la tierra; pero el coloso lo arrancó de su húmedo lecho á la primera sacudida, y no contentándose con hacerlo rodar lo levantó del suelo y lo lanzó al agua.

Un padrino aprobaba; otro torcía el gesto, poseído de súbita belicosidad. No habían ido hasta allí para oír sermones. Que disparasen pronto las armas, y a escapar, antes de que pudieran sorprenderles. Los dos argentinos se miraban en lo alto del peñasco. ¡Pucha! ¡y qué bien habla el gallego!

El cansancio de la noche precedente, pasada en el baile del marqués de Butrón, le rindió bien pronto y durmióse al fin pensando en su madre, que le llevaba de la mano, como cuando era niño, al santuario de la Virgen de Regla, encaramado sobre un peñasco, dominando el mar que se confunde en el horizonte con el cielo, como si fuese imposible presentar dos imágenes distintas del infinito, y vuelve después, soberbio siempre y constante, a estrellarse contra las rocas de la costa, mugiendo como una desesperación eterna e impotente...

Cuando han de precipitarse desde algún peñasco, se lanzan en lo hondo como desesperados desde las decoraciones que figuran las montañas; cuando desempeñan papeles de algún moribundo, que ha de retorcerse en la agonía, se ensucian y se hieren con los clavos que sobresalen en las tablas y con las astillas de las mismas, sin hacer caso de sus vestidos, que á veces les han costado mucho dinero, etc., etc

Palabra del Dia

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