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Actualizado: 13 de junio de 2025


El comisario de policía, ayudado por dos de sus hombres, empujaba con suavidad al último grupo de curiosos, llevándoselo por delante entre paternales exhortaciones. Se alejó don Roque, é iba Ricardo á continuar su marcha, cuando notó que en la casa se entreabría una ventana, asomando á ella una mano de mujer, que le hacía señas para que se acercase.

A pesar de tus funciones paternales, eres muy joven todavía, y es preciso conservar ante el mundo el más estricto decoro. Pero le advierto dijo Amaury. que ya he despachado el carruaje en que he venido. No tengas cuidado: queda otro coche a tus órdenes.

Parecía no haber heredado nada de la rudeza y de la arrogancia paternales; participaba más bien de la dulzura y calma de su madre; se apegaba a ésta en su calidad de benjamín y era el ídolo de ella. Pero la madre no era la única persona que lo adoraba; todo el mundo lo mimaba... era la luz y la alegría de la casa. Bastaba verle para amarlo.

Se mantenía apartado porque quería evitar las bromas paternales del squire sobre la belleza de la señorita Nancy y sobre el matrimonio en general, bromas que probablemente iban a volverse cada vez más explícitas.

Entonces habló de mi hijo, haciendo presente al Rey que había a la sazón dos regimientos vacantes: el de la Reina y el de Astorga. Sea dijo el Rey; concedo el mando del último a Rafael Moncénigo. Anteayer prosiguió el barbero con orgullo y satisfacción paternales, mi hijo recibió su despacho; ¡mi hijo es coronel!...

La escuadra salía lentamente: algunos barcos emplearon muchas horas para hallarse fuera. Marcial, durante la salida, iba haciendo comentarios sobre cada buque, observando su marcha, motejándoles si eran pesados, animándoles con paternales consejos si eran ligeros y zarpaban pronto. «¡Qué pesado está D. Federico! decía observando el Príncipe de Asturias, mandado por Gravina . Allá va Mr.

«Haz lo que debas y suceda lo que sucedaAsí terminó el cura los consejos paternales que le dió, para que siguiese impávida en la senda de la virtud. Á los pocos días, habiendo salido Varmen al olivar para buscar una gallina que se había extraviado, se presentó de repente á su vista el guarda. ¿Huyes? le dijo su perseguidor. ¡Huyes de , porque te acusa la conciencia!

La sobrina, por su parte, parecia estar contenta de mis opiniones y gustos en cuanto á las españolas, y al fin quedamos muy amigotes, aunque de cuando en cuando sentia yo que por encima de mi nuca le echaba el tio á la sobrina las miradas mas paternales, pero siempre escrutadoras en el fondo.

¡A Juan que, suponiéndola apenada, no bien acabó con cuanta prisa pudo su empeño en el pueblo de los indios volvió a la ciudad, y de allí, aprovechando la noche por sorprender a Lucía con la luz de la mañana, emprendió sin descansar el camino de la finca a caballo y de prisa! ¡A Juan, que con amores muy altos en el alma, consentía, por aquella piedad suya que era la mayor parte de su amor, en atar sus águilas al cabello de aquella criatura, no tanto por lo que la amaba él, sin que por eso dejase de amarla, sino por lo que lo amaba ella! ¡A Juan que, puestos en las nubes del cielo y en los sacrificios de la tierra sus mejores cariños, no dejaba, sin embargo, por aquella excelente condición suya, de hacer, pensar u omitir cosa con que él pudiera creer que sería agradable a su prima Lucía, aunque no tuviese él placer en ella! ¡A Juan que, joven como era, sentía, por cierto anuncio del dolor que más parece recuerdo de él, como si fuera ya persona muy trabajada y vivida, quienes a las mujeres, sobre todo en la juventud, parecían encantadores enfermos! ¡A Juan, que se sentía crecer bajo del pecho, a pesar de lo mozo de sus años, unas como barbas blancas muy crecidas, y aquellos cariños pacíficos y paternales que son los únicos que a las barbas blancas convienen! ¡A Juan, que tenía de su virtud idea tan exaltada como la mujer más pudorosa, y entendía que eran tan graves como las culpas groseras los adulterios del pensamiento!

Al efecto fue desnaturalizando poco a poco la índole de sus caricias paternales; mas la joven, advertida por la voz salvadora del pudor, sin pensar nada malo de su tío, las evitó instintivamente, no acercándose a él cuando podía pasar sin hacerlo y escapándosele de las manos cuando era forzoso colocarse a su alcance.

Palabra del Dia

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