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Actualizado: 13 de noviembre de 2025


Se retiró la insinuante Mariquita y siguió Gabriel sus paseos por el claustro, después de apurar el jarrito de leche que todas las mañanas le subía su hermano. A las ocho salía don Luis, el maestro de capilla, siempre con el manteo terciado teatralmente y el sombrero de teja echado atrás como una aureola sobre su enorme cabeza.

El capitán Bretignières no podía estarse quieto un momento; daba agitados paseos por la casa y el jardín; por todas partes no se oía más que el paso ruidoso de su pierna de madera. El señor Stevens abandonó sus asuntos, su tribunal y sus costumbres. La señora de Vitré se convirtió en enfermera a las órdenes de la condesa.

Desde su puesto de observación, Roussel le veía mirar con insistencia hacia la finca de la señorita Guichard. Y hasta le veía la cara lo bastante para notar su profunda tristeza. ¿Esto era, pues, el objeto de sus paseos misteriosos? Venía á contemplar el sitio donde había visto por primera vez á Herminia. Esperaba verla de lejos si pasaba por la alameda de las ramas colgantes.

Dió varios paseos silenciosos por la habitación, como si las últimas palabras le hiciesen pensar en cosas lejanas, muy distintas de lo que hasta entonces había dicho.

Sánchez Morueta, después de una hora de incesantes paseos, se dejó caer en uno de los sillones ingleses, anchos y profundos, tocando antes un botón eléctrico. Entró un ordenanza con aire azorado. Tráeme un café.... pero bien fuerte.

No importaba.... Dio algunos paseos por la plaza, desierta a tales horas.... Nadie; no se asomaba ni un gato. «Una vez allí ¿por qué no continuar el cerco romántico?». Se reía de mismo. ¡Cuántos años tenía que remontar en la historia de sus amores para encontrar paseos de aquella índole!

Yo, una vez pronunciado mi discurso, di por terminada mi actuación política, para correr como simple viajero la hermosa isla que vio en la Edad Media los paseos meditativos del gran Raimundo Lulio filósofo, hombre de acción, novelista y en el primer tercio del siglo XIX sirvió de escenario a los amores románticos y algo maduros de Jorge Sand y Chopin.

Allí, las fiestas son un conjunto curiosísimo de corridas de toros, bailes, paseos, representaciones dramáticas, rifas y juegos, canciones patrióticas, banquetes y meriendas, conciertos, exhibiciones, peroratas, etc., etc. Pero todo es popular y público, todo es gratúito, pasajero, y como todo lo pasajero original, vehemente y febril.

Nadie la veía ni en paseos, ni en teatros, ni en toros, ni en verbenas y veladas. Iba solo a las iglesias, humildemente vestida con basquiña y negro manto de beata. Sólo un hombre además de su confesor, hablaba ya en ocasiones con ella. Este hombre era D. Jacinto.

Y para más aturdirse, para olvidar la pena que le roía el alma fue más allá de lo que la prudencia aconsejaría a una mujer en su caso. Lanzose a una vida de placeres ruidosos; teatros, paseos, partidas de tresillo, tiendas, modistas, cenas a última hora con sus flamantes amigas y adláteres. Estas no la dejaban ni de noche ni de día.

Palabra del Dia

regocijándose

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