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Actualizado: 17 de julio de 2025
Tuvo ejércitos, grandes generales, Que pasearon gloriosas y triunfales Sus banderas, del pueblo paladion; Y de los Andes en la blanca cima, En Chile hermoso y opulenta Lima Postraron al ibérico leon.
Beatriz y Pierrepont se pasearon lentamente durante algunos minutos en el parque sin pronunciar palabra, parándose de tiempo en tiempo para echar una distraída mirada sobre el lejano panorama de París, sobre el cual el sol poniente lanzaba a intervalos a través de las rotas nubes siniestros resplandores de incendio.
Al fin dejó de sonar el piano repentinamente. Las parejas, en virtud del impulso adquirido, dieron otros tres o cuatro saltos sin música, lo cual hizo sonreír a Marta. Antes de sentarse, las muchachas pasearon unos momentos por el salón de bracero con sus galanes, anudando alguna rota e interesante plática. El pianista recibía las gracias efusivas del pollastre del pelo por la frente.
Vaya, vamos a dar una vuelta por el jardín dijo levantándose para huir aquella visión siniestra. Pasearon un rato por el parque. Reynoso les dijo de pronto: Os he mostrado casi todos mis bichos, pero aún nos falta algo digno de verse, aunque sea bien modesto. Venid conmigo.
El doctor estaba admirado de tanta resistencia. Era preciso que la Naturaleza hubiera construido su cuerpo con bien sólidos materiales o bien que un alma vigorosa retrasase la ruina de aquel edificio que se desplomaba. Le enseñaron Sorrento y Castellamare; la pasearon durante ocho días de lugar en lugar sin que se decidiese a hacer una elección.
Algunos se acercaron al lagar, penetraron en él y departieron con los labradores que allí estaban; otros pasearon debajo de los árboles hasta los confines de la pomarada. El señor de las Matas fué uno de ellos. Enfrascado en sus meditaciones clásicas y repitiendo en voz baja la hermosa égloga primera de Virgilio caminó paso entre paso por la finca.
Granate siguió desbarrando un buen rato en esta forma. Fernanda no le oía. Al fin le enfadó aquel ruido molesto y dijo con acento colérico: ¿Se quiere usted callar, hombre? ¿Qué sarta de estupideces está usted ahí soltando? El pobre D. Santos quedó anonadado. Pasearon en silencio algún tiempo. ¡Qué feo es todo esto! exclamó al cabo la joven. ¿Cuálo? ¡Todo!
En fin, que algunas señoras de las más encopetadas se atrevieron a romper la tradición, y desde Octubre en adelante, hasta que volvía Pascua florida, se pasearon con gran descoco en el Espolón. Tras aquéllas fueron atreviéndose otras; los pollos advirtieron que el Paseo de los curas era más corto y más estrecho que el Paseo Grande, y esto les convenía.
Comenzaron á llegar hasta el comedor las escalas y arpegios del piano. Sánchez Morueta, con las mejillas enrojecidas por la digestión, mordiendo un magnífico cigarro, habló á Aresti de bajar al jardín. La tarde se había serenado y quería gozar de los últimos rayos de sol en las avenidas que rodeaban su hotel. Los dos primos pasearon por el jardín.
Esto no es vida de católico, y si Dios no me tomase en cuenta que lo hago todo por la gloria de su casa, creo que hasta perdería mi alma. Pasearon largo rato en silencio los dos hombres. Pero don Antolín no podía callar fácilmente cuando se trataba de la vida económica de la Primada.
Palabra del Dia
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