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Actualizado: 16 de junio de 2025
El tamborilero había recobrado el instrumento de manos del Cantó, y golpeaba con su baqueta el redondo parche. La flauta parecía gargarizar rápidas escalas, antes de emprender la adormecedora melodía de africano ritmo. ¡Siga el baile!... Comenzaba a ocultarse el sol. La brisa venida del mar refrescaba los campos.
En tierra, sentado sobre un trozo de carbón, un negro viejo, sobre cuyo rostro en éxtasis caía un rayo de luz, movía la cabeza con un deleite indecible, mientras batía con ambas manos, y de una manera vertiginosa, el parche de un tambor que oprimía entre las piernas, colocadas horizontalmente. Era un redoble permanente, monótono, idéntico, a cuyo compás se trabajaba.
Sonó junto a una ventana del comedor un rugido de fiera rabiosa, un baladro amplificado por el tubo de una bocina. A continuación, el tableteo de varios rayos imitados con choques de latas y las sinuosidades de un trueno repiqueteado sobre el parche del bombo. Todos los ojos se volvieron hacia la entrada del comedor. Alguien iba a llegar.
Olvidábaseme de decir como el tal mase Pedro traía cubierto el ojo izquierdo, y casi medio carrillo, con un parche de tafetán verde, señal que todo aquel lado debía de estar enfermo; y el ventero prosiguió, diciendo: -Sea bien venido vuestra merced, señor mase Pedro. ¿Adónde está el mono y el retablo, que no los veo?
Cerca de San José vio la bandera española flotando sobre el tejado de la alcaldía, y llegaron a sus oídos los golpes secos del parche del tamboril, el bucólico gorjeo de la flauta y el repiqueteo de las castañolas. El baile era frente a la iglesia. La gente joven formaba grupos, de pie, cerca de los músicos, que ocupaban silletas bajas.
Pronto quedaron instalados caballeros y escuderos en una de las lanchas y sus caballos en una barcaza prevenida al efecto. Apenas llegó el barón á tierra hincó la rodilla y elevó al cielo ferviente súplica. Después sacó de su pecho un pequeño parche negro y poniéndoselo sobre el ojo izquierdo lo ató firmemente, diciendo: ¡Por San Jorge y por mi dama!
Despechado Memnon se va á palacio con un parche en el ojo y un memorial en la mano, pidiendo justicia al rey del fallido; y encuentra en una sala á muchas damas, todas como peonzas al reves, con elegantes tontillos de veinte piés de circunferencia, y batas de treinta de cola. Una que le conocia algo, dixo mirándole al soslayo: ¡Jesus, qué horror!
¿Cuál sería la sorpresa del encaramado Román al ver que de cada parche sacó Ovillitos una onza de oro y que luego las enterró al pie del árbol, después de haber permanecido gran espacio de tiempo contemplándolas amorosamente?
Pensó Fernando al examinarle que tal vez llevaba en sus maletas algunas fotografías de bellezas profesionales de París con dedicatorias de pasión: «À mon cher coco de Buenos Aires». Los hermanos pequeños exhibían regocijados varias panderetas adquiridas recientemente, con suertes de toreo pintadas en el parche, y algunas banderillas ensangrentadas procedentes de la corrida de la tarde.
Palabra del Dia
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