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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Andando el tiempo se supo que aquél estaba enseñando a leer y escribir a Petra, que después le dio lecciones de Historia, Geografía, Aritmética, Física e Historia natural, que en seguida la hizo leer la Historia de los Papas y la Inquisición y algunos folletos materialistas, y que después de haberla separado convenientemente de toda religión positiva, la hizo su esposa «ante el altar de la propia conciencia.» Pero cuando sucedió esto ya había salido Miguel del colegio.
Yo quiriendo ti, tú quirier otro... Sí, sí... Señor bunito, cabaiero galán... ti queriendo él... Enfermo él casa Comadreja... tú llevar casa tuya él... quirido tuyo... quirido... rico él, señorito él... ¿Quién te ha contado esas papas, Almudena? dijo la buena mujer echándose a reír con toda su alma. No negar tú cosa... Tu n'fadar mí; riyendo tú mí...».
Buen día, mi buena Paulina, ¿cómo te va? Muy bien, ocupándome de tu comida. ¿Quieres saber lo que hay? Sopa de papas, una pata de carnero y crema. ¡Admirable! Adoro todo eso y me muero de hambre. Y ensalada, se me olvidaba ensalada que tú me ayudarás a preparar. Comerán a las seis y media en punto, porque esta noche, a las siete y media, comienza el mes de María. ¿Dónde está mi padrino?
¡Búrlate de tu hermana, picarilla; no tardarás en hacer lo mismo! ¿Yo rezar por un hombre? Usted chochea, don Mateo. Ya me lo dirás dentro de poco repuso el anciano pasando a otro palco a saludar a los señores de Maza. En esto se acercó Pablito al de sus papás, trayendo en su compañía a un fiel amigo que merece especial mención.
De buena gana la daría y aun me quedaría allá, pero mis papás no tienen más hijo que yo... y ya ve usted. Quédese usted, quédese usted... No piense en Madrid por ahora... Tiempo le queda para saber lo que es aquello. No vaya usted á creer, condesa, que es curiosidad lo que siento, no; es el deseo que tengo de llenar ciertos vacíos que hay en mi espíritu lo que me obliga á pensar en Madrid.
Lo que yo quiero es que escojas como todas las doncellas católicas y decentes, sin disgustar á tus papás y desobedecer á tu director. Tú eres de una familia cristiana y debes seguir sus costumbres.
Huyendo de don Pedro el Cruel, se había refugiado en Aviñón, donde vivían otros desterrados más ilustres. Allí estaban los papas arrojados de Roma por un pueblo que, en su pesadilla mediévica, soñaba con restaurar, a la voz de Rienzi, la antigua República de los Cónsules. Don Gil no era hombre para vivir en la risueña corte provenzal.
Cuando andaban animadas las contiendas entre los papas y los príncipes, no era por cierto lo mismo publicar una memoria sobre ellas, en Roma, Paris, Madrid ó Lisboa.
No habiendo visto Aviñón en tiempo de los Papas, no se ha visto nada. Jamás existió ciudad alguna tan alegre, viva y animada como ella, en el ardor por los festejos.
Las niñitas deben querer mucho, mucho a los papás cuando se les muere la madre. Esa noche que hablaron de las estrellas trajo el papá de Nené un libro muy grande: ¡oh, cómo pesaba el libro!: Nené lo quiso cargar, y se cayó con el libro encima: no se le veía más que la cabecita rubia de un lado, y los zapaticos negros de otro.
Palabra del Dia
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