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Yo me encogí de hombros y esperé. La señora entró con dos ciruelas casi verdes, y dos plumas. Las plumas equivalen á los palillos que usamos en España, aunque tienen un doble oficio. Ofrecer un plato con plumas, significa lo que significaba el lego cuando nos miraba con el saco de la limosna abierto. Aquellas plumas eran una sentencia. Resuelta y decididamente, la comida se habia terminado.

Manín quedó escandalizado, fijando en ellas sus ojos, donde se pintaba el asombro y la indignación. «Pues aún no has visto lo mejor; ¡aguarda, aguarda un pocoAl comenzar la orquesta a tocar, las bailarinas hacen chasquear los palillos, y dando una vuelta levantan todas la pierna a la altura de la cabeza. «¡Solloexclama el pobre tapándose la cara con las manos. ¡Dios sabe lo que pensó que iba a ver!

Pistolete, sin dejar sosegar los palillos, ha decidido regresar... Oyesele bajar por el bosque, siempre tocando... Y yo, tumbado sobre la hierba, enfermo de nostalgia, al oír el ruido del tambor que se aleja, creo ver desfilar entre los pinos a todo mi París... ¡Ah, París!... ¡París!... ¡París siempre!

Cerca de la cuarta parte de esta cámara ocupábalo un montón de paquetitos envueltos en papel de varios colores, que para cualquiera que por primera vez entrase en ella, sería un misterio. No lo era para Gonzalo ni para ninguno de los íntimos de la casa. Aquellos paquetes guardaban palillos de dientes.

Eso es, y después que baile «por panaderos» añadió D. Acisclo. No hay inconveniente respondió D. Alejandro echándole una mirada ambigua, con tal que don Acisclo suene los palillos y me jalee.

No se dio por convencido el caballero pobre, y guardando cuidadosamente la cartulina, se abrochó su gabán y trató de ponerse en pie; operación complicadísima que no pudo realizar, por la extraordinaria flojedad de sus piernas, no más gruesas que palillos de tambor.

La piel erizábase de gotas de sudor; los pechos se dilataban, como si no encontrasen aire. ¡Vino y más vino! Para el calor no existía remedio más acertado: era el verdadero refresco andaluz. Batiendo palmas unos, y chocando otros las botellas vacías, como si fuesen palillos, jalearon las famosas sevillanas de María de la Luz y el señorito.

Tenían para estas operaciones unos palillos ad-hoc, de los cuales no decir ni la forma, ni la manera de usarlos y si solo citar los nombres que llevaban en algunas lenguas: en tagalog olat; pampango, kalakal; ilocano, rupis.

Trabajó en sombreros de fieltro, en calzado de Soldevilla, y derramó por toda la Península, como se esparce sobre el papel la arenilla de una salvadera, diferentes artículos de comercio. En otra temporada corrió chocolates, pañuelos y chales galería, conservas, devocionarios y hasta palillos de dientes.

No ve tampoco las sutiles telarañas que tiemblan al sol entre el ramaje, ni las agujas de pino que caen sobre su tambor. Absorto en su sueño y en su música, mira con amor moverse ligeros los palillos, y su caraza estúpida se ensancha de placer a cada redoble. ¡Rataplán! ¡Rataplán!...