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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Así llegaron, apremiados por la necesidad, á adquirir una habilidad como pescadores, que hoy nos maravillaría. No menos hábil que el sollo, se le escapaba raramente la presa que había divisado. Inmóvil sobre la orilla, parecido á un tronco de árbol, esperaba pacientemente que el pez pasara á la distancia de su brazo, y, cogiéndolo con rapidez, le aplastaba la cabeza con una piedra.

Manín quedó escandalizado, fijando en ellas sus ojos, donde se pintaba el asombro y la indignación. «Pues aún no has visto lo mejor; ¡aguarda, aguarda un pocoAl comenzar la orquesta a tocar, las bailarinas hacen chasquear los palillos, y dando una vuelta levantan todas la pierna a la altura de la cabeza. «¡Solloexclama el pobre tapándose la cara con las manos. ¡Dios sabe lo que pensó que iba a ver!

En sus ojos, sombreados de una selva enmarañada de pestañas, no se advertía la chispa de entusiasmo que ardía en los de los demás. Antes se leía el asombro, la ira y la envidia. Cuando acertó a oir las palabras jactanciosas del hijo de su rival, no pudiendo sufrir tanta farsa, gritó con rabia: ¡Fuera ese piojo, sollo! Indescriptible indignación en el auditorio.

En el arroyo el sollo se arroja sobre la espínola, y ésta á su vez sobre el gubio: todo animal es para otro un cebo, un plato ya servido. Entre los hombres, la lucha no ofrece ese aspecto de tranquila ferocidad, pero nos miramos unos á otros con rencor y odio, envidiosos del manjar que nuestro hermano se lleva á la boca, al cual no todos tenemos derecho, según parece.

Procuraba rozarse con él todo lo menos posible, por respeto a su amable persona, a quien cuidaba y quería con pasión. Sano, esbelto y vigoroso como un sollo de río, estaba convencido de que aquella gentuza era una especie de morralla creada por la Providencia expresamente para nutrir a los señores sollos.

Acercóse á ellos, hízoles una reverencia, y los convidó á su posada á comer macarrones, perdices de Lombardía, huevos de sollo, y á teber vino de Montepulciano y lácrima-cristi, Chipre y Samos. Sonrojóse la mozuela; admitió el Franciscano el convite, y le siguió la muchacha mirando á Candido pasmada y confusa, y vertiendo algunas lágrimas.

Palabra del Dia

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