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Actualizado: 11 de junio de 2025
Porque, á la verdad...., no ganarías nada en la opinión de la gente siguiendo de esa suerte... Es demasiado pronto para tomar otras relaciones... Además, Antonio tiene compromisos sagrados con una mujer, y sobre todo... tú lo sabes lo mismo que yo... no está bien reputado... ¡Bah! exclamó la joven un poco pálida. Esas son cosas de la tienda de Velázquez.
La buena señora le puso la suya, pálida y descarnada, sobre la cabeza, diciendo con lágrimas también en los ojos: ¡Pobre hijo mío! Aguárdame un instante. Voy a decir a ese señor lo que hace al caso. Subió la señora de Belinchón la escalera de caracol que conducía al piso segundo. Arriba tropezó con el ayuda de cámara de su huésped. ¿Qué hace el señor Duque? le preguntó.
Pálida, con el corazón fuertemente contraído y en un estado de desfallecimiento que le hacía tambalearse, bajó la escalera sin darse cuenta.
El revolucionario la miraba, como si fuese el astro que había de guiar hacia más amplios horizontes la muchedumbre del llanto y del dolor; la estrella de la Justicia, alumbrando pálida e indecisa la lenta partida de los rebeldes, y agrandándose hasta convertirse en un sol, así como se aproximaban a ella, escalando alturas, aplastando privilegios, derribando dioses.
A su lado estaba la mujer demacrada, pálida y huesuda que vimos en la buñolería algunos meses antes, y que había permanecido al lado de su ama, como uno de esos cortesanos de la desgracia que con menos mérito alardean de fidelidad en esferas más altas. A primera vista la mujer aquella parecía imagen de la Muerte esperando su presa.
Cuando lo vi... cuando me miró, parecióme que mi alma descorría un velo misterioso, que se entraba en ella aquella mirada, que la llenaba, que la besaba, que la acariciaba, que la encendía... sentí... un placer doloroso... debí ponerme pálida. Y seria como una difunta. Yo creo que él también vaciló. Pues ya lo creo.
Recordó cuando estuvo enferma, hacía ya tiempo, y le permitieron verla en su lecho diminuto, donde reposaba pálida y ojerosa, pero más bella que nunca. Recordó también la vez primera que vino á visitar á su madre, quien la recibió en la escalera y la echó los brazos al cuello cubriéndola de caricias y llamándola hija.
Mi corazón no olvidará jamás la tristeza y el espanto que le sobrecogieron cuando, a través de aquel terrible aparato y detrás de aquellos hombres odiosos cuya sola mirada me hacía estremecer, reconocí sobre un montón de paja negra a mi madre, pálida, desfigurada, moribunda.
Si llegaba á haber un encuentro, el primer sacrificado sería el prisionero, eso lo sabían todos. El viejo se quedó sin movimiento y la hija, pálida y aterrada, intentó varias veces hablar y no pudo. Pero un pensamiento más terrible, una idea más cruel les sacó de su estupor.
De repente, se abrió de par en par la puerta que estaba en el fondo de la tienda, y se vio salir por ella a una mujer con un niño en los brazos, y otro que la seguía llorando agarrándose a sus enaguas. Esta mujer pálida, delgada, de gesto altanero e indigesto, estaba cubierta con un pañolón de espumilla desteñido y viejo.
Palabra del Dia
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