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Actualizado: 18 de junio de 2025


Cerca ya del fin, el espíritu de D. José volvió a relampaguear, diciendo con expresión enamorada y caballeresca: «La amé y la serví... Fui su paladín... Mas ved aquí que la ingrata abandona la real morada y se arroja a las calles. Vasallos, esclavos, recogedla, respetad sus nobles hechizos. Tan celestial criatura es para reyes, no para vosotros.

Dejando la turba alegre a Tomillas mal parado, embistieron con el amante, que en buen paladín en medio de la calle blandía la espada para reñir como bueno, animado por las voces del marimacho enrejado, que le acuciaba a reventar de fuerte, o semejándole en lo bravo a Leonidas e a otros perillanes de la antigüedad.

Vamos, quedaos siquiera un día sin ostras, amigo Oliver, exclamó el barón riéndose, que si hoy habéis perdido vuestro plato favorito en cambio volvéis á ver á un amigo, á un compañero de armas. ¡Por San Martín! gritó el mofletudo personaje, olvidando toda su cólera. ¡Vos, Sir León, el paladín del Garona! ¡Bienvenido seáis!

No hay en el ejército mejor ni más digno paladín que vos, señor, replicó Chandos, pero dadas las circunstancias de este torneo, creedme, no conviene que participéis en él. No es de vuestro alto cargo el tomar aquí partido á favor de ingleses contra gascones, ni poneros con éstos frente á aquellos, lanza en ristre ó espada en mano. Demasiado sobreexcitados están ya los ánimos.

Eran versos disparatados e ingenuos en honor del «Cicerón español», del «paladín de la fe y las tradiciones»; testimonios de entusiasmo de algunos curas de misa y olla, que, al venir a Madrid, no habían querido tornar a sus pueblos sin ver la tumba de su grande hombre. El hule caído parecía reírse con sus arrugas de tales elogios, que sonaban a falso en este abandono. Maltrana examinó las firmas.

«Es necesario dice Iffland, que el actor se aplique á explicarnos por qué razones el personaje es tal como allí aparece, y qué circunstancias depravaron su alma; siendo, en suma, el paladín oficioso del carácter que representa

Yo he tenido muchas y muy interesantes aventuras de viaje, y una de las que más recuerdo es mi encuentro á una legua de Reims con un paladín francés con quien combatí cerca de una hora. Rota su espada, me dió con la maza tan terrible golpe que caí maltrecho y no pude despedirme como deseaba de aquel valiente campeón, ni preguntarle su nombre.

Por los antiguos romances y por la historia se sabe que aquella lucha a brazo partido, que interrumpió el abad en el convento de los Pirineos, se reanudó más tarde no lejos de allí, y terminó gloriosamente para Bernardo, muriendo ahogado entre sus brazos hercúleos el paladín D. Roldán, pues no era otro quien había luchado con él, cuando los dos eran novicios.

Al relatar su ensueño ante el emperador y su corte, cantó con expresión tan vagorosa y dulce, los brazos caídos y la extática mirada en lo alto, como si viese llegar montado en una nube al misterioso paladín, que el público no pudo contenerse ya, y como la retumbante descarga de una fila de cañones, salió de todos los huecos del teatro, hasta de los pasillos, la atronadora detonación de aplausos y gritos.

Cuando cada monarca de la tierra Sobre un cráter de horror su espada afila, Y muere en flor la pompa de la tierra Bajo los potros del moderno Atila; Cuando Europa, violada y destruida, En ese loco batallar sin nombre, Siente que escapa su divina vida En el agonizar de cada hombre; Sólo , paladín excelso y franco, Caballero ideal de punta en blanco, Guardas tu espada de encendida lumbre.

Palabra del Dia

deshice

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