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Actualizado: 10 de julio de 2025
Uno, dos, tres, cuatro.... ¡Yo me muero! Quita, quita dijo Florentina, poniéndose en pie, y haciendo levantar tras ella a su primo . Señor doctor, ríñale usted. Teodoro gritó: ¡Pronto... esa venda en los ojos, y a su cuarto, joven! Confuso volvió el joven su rostro hacia aquel lado. Tomando la visual recta vio al doctor junto al sofá de paja cubierto de mantas. ¿Está usted ahí, Sr.
¡No me duermo yo sobre la paja! observó don Simón, queriendo decir un chiste. Por lo demás añadió S.E. llevándole hasta la puerta de su despacho , excuso recomendarle de nuevo el asunto que aquí nos ha reunido, y la más completa reserva por unos días. En cuanto a reservado dijo don Simón hinchándose mucho , no es por alabarme; pero soy lo mismo que un alcornoque.
Sobre un costurero abierto, donde Ana al ver entrar a sus amigas puso sus enseres de coser y los ajuares de niño que regalaba a la Casa de Expósitos, habían dejado caer Adela y Lucía sus sombreros de paja, con cintas semejantes a sus trajes, revueltas como cervatillos que retozan. ¡Dice mucho, y cosas muy traviesas, un sombrero que ha estado una hora en la cabeza de una señorita!
Juan Claudio me tomó, me dejó en este montón de paja... y aquí estoy. ¡Arre, Bruno! murmuró el doctor. Y luego respondió gravemente: Esta noche, señora Catalina, nos ha sucedido la mayor de las desgracias. No hay que culpar a Juan Claudio si, por la falta de otro, perdemos el fruto de nuestros sacrificios. ¿La falta de quién?
Acaso... profirió el joven balbuciendo. Elena llevó a su cuñada hasta la butaca de paja, la hizo sentarse en ella y cubrió su rostro de besos. Después vino a plantarse delante de Tristán que continuaba sentado. ¿Acaso qué...? vamos a ver. Acaso haya dicho a Clara algunas palabras mortificantes... ¿Y con qué derecho dice usted a Clara palabras mortificantes? Con ninguno.
En Agosto ocurrió algo que no estaba en los papeles, y fue del modo siguiente. Una mañana fue Torquemada a ver a doña Lupe para tratar de negocios. Con su traje de verano, tenía el buen D. Francisco aspecto semejante al de los militares que vienen de Cuba, pues a más del trajecito azul, se había encasquetado un sombrero de paja de ala ancha.
Gabriel examinaba al pequeño, fijándose en su delgadez esquelética y las extrañas manchas que la escrófula extendía sobre su piel de color de paja.
Aquí vienen toda clase de personas; banqueros, generales... hasta ministros. Y viven tan ricamente y son felices en esta pobreza mientras curiosean su alma. El doctor examinaba el cuarto, de alto techo y desahogadas proporciones. Junto á la ventana, una mesa con dos sillas de paja. La cama de hierro se ocultaba tras un tabique bajo, con una cortinilla roja en la puerta.
En un salto llegó Loppi a su casa, e iba riendo por el camino, y tirando por el aire el sombrero. Llena estaba ya la mesa de platos, cuando él llegó, con cucharas de hierro, y tenedores de tres puntas, y una jarra de estaño: y el ganso con papas, y un pudín de ciruelas. Hasta un frasco de anisete había en la mesa, con su forro de paja. Pero Masicas estaba pensativa.
Otros artesanos se ocupan en trenzar hábilmente una paja muy fina y nada quebradiza, con la que hacen sombreros, cofrecillos é infinidad de objetos primorosos.
Palabra del Dia
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