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Actualizado: 10 de julio de 2025
Bien es verdad que, a cambio de esa pequeña molestia de arrancar a los negros algunas piltrafas insignificantes de carne, se les bautizaba, y eso salían ganando. Zaldumbide era el San Francisco de Asís de los negros. No los tenía a todos en la misma cámara, sino en cuatro grandes cuadras, hechas con mamparos; les ponía camas de paja y les sacaba sobre cubierta para airearlos y lavarlos.
El ventero le respondió con el mesmo sosiego: -Señor caballero, yo no tengo necesidad de que vuestra merced me vengue ningún agravio, porque yo sé tomar la venganza que me parece, cuando se me hacen. Sólo he menester que vuestra merced me pague el gasto que esta noche ha hecho en la venta, así de la paja y cebada de sus dos bestias, como de la cena y camas.
Aquellas cestas iban a Vetusta a casa del Marqués y a veces a las de sus amigos. Una mañana vio Ana que Petra y Pepe llenaban de la más colorada fruta un canastillo de paja blanca y de colores. Ana se acercó a ayudarlos. De pronto dijo: ¿Para quién es esto? Para don Álvaro contestó Petra. Sí, voy a llevárselo yo mismo a la fonda añadió Pepe sonriendo ya a la propina que veía en lontananza.
Que tienen casas de teja y paja, fosos y revellines: que tienen siembras de agí, que es con lo que comercian con los indios, quienes les llevan sal de la que sacan de Valdivia: que tambien les llevan achas y cosas de fierro, por vacas y caballos que tienen muchos. Que hablan lengua española, pero que, aunque los indios les han llevado indio ladino, no les entienden bien.
Entre los tres llevaron a Stein al cuarto del hermano Gabriel. Con paja fresca y una enorme y lanuda zalea se armó al instante una buena cama. La tía María sacó del arca un par de sábanas no muy finas, pero limpias, y una manta de lana. Fray Gabriel quiso ceder su almohada, a lo que se opuso la tía María, diciendo que ella tenía dos, y podía muy bien dormir con una sola.
De blanco me vestì, y con sombrero De paja, en mi caballo
Por el norte de Europa vivían entonces los hunos bárbaros como allí se ve, en su tienda de andar; y el germano y el galo en sus primeras casas de madera, con el techo de paja. Y cuando con las guerras se juntaron los pueblos, tuvo Rusia esa casa de adornos y colorines, como la casa hindú, y los bárbaros pusieron en sus caserones la piedra labrada y graciosa de los italianos y los griegos.
Así como avanzaba el día, era más grande la afluencia de carros y cabalgaduras en la glorieta de los Cuatro Caminos. Llegaban de Fuencarral, de Alcobendas o de Colmenar, con víveres frescos para los mercados de la villa. Junto con los cántaros de la leche descargábanse en el fielato cestones de huevos cubiertos de paja, piezas de requesón, racimos de pollos y conejos caseros.
Le agradaba también comer en compañía de los oficiales ingleses y curiosear después un rato por las calles comerciales. Admiraba a los soldados vestidos completamente de blanco, con sombrero de paja, guantes amarillos y zapatos cuidadosamente lustrados, a la hora en que aquellos bravos, acompañados de sus pequeños, iban a comprar sus provisiones.
Después de caminar un cuarto de hora, llegaron a un estrecho claro que se abría en medio de la maleza, junto a un arroyo disimulado por gigantescas plantas acuáticas. En medio del claro alzábase un misérrimo ranchito de barro, ramas y paja.
Palabra del Dia
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