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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Alegrísimo el siervo de Dios con tan buen principio de su misión, de donde infería el logro de sus deseos, se puso luego á tratar las paces de aquella gente con los Ziritucas, á quienes por un leve disgusto habían jurado dar la muerte; y asegurándose aquellos entre los bosques, habían saqueado y robado toda la tierra, y pegado fuego á las casas.
Por Dios, no me deis jaquecas. Si estáis reventando por hacer las paces, ¿a qué tantos remilgos? Bien hago yo en no meterme en nada, bendita de mí». Y de este modo se verificó aquella restauración, aquel restablecimiento de la vida legal.
Las anteriores paces se concertaron con los elementos de la confianza y la hidalguía por una parte, y el terror y la necesidad por otra, convenciéndose bien pronto los españoles de lo mentido de las promesas y la falsía de la sumisión.
Con esto venganzas cesan, 335 Que suelen en las ciudades Engendrar bandos, de quien Tan tristes sucesos nacen. Vos quedaréis con la honra Que es justo y que Ronda sabe, 340 Satisfecho el señor Duque, Desenojado mi padre, Y yo con tan buen marido, Que pueda mi casa honrarse Y don Alonso mi hermano. 345 ¿Quién pudiera sino un ángel, Señora doña María, Hacer tan presto las paces?
Los mismos tres caciques Mbayás me han informado, que no lejos de la costa oriental del rio Paraguay, y al norte de sus tierras, formaron los Portugueses, hace seis años, un presidio ó fortaleza donde los Mbayás fueron fingiendo paces, y engañándolos, mataron á 164 Portugueses cuatro años há.
Propuso uno de los dos Embajadores, el más antiguo en años, su embajada: que los Catalanes y Aragoneses después de hechas las paces entre Cárlos Rey de Nápoles, y Don Fadrique Rey de Sicilia, á quien ellos servian, determinaron no buscar reposo en su patria, sino acrecentar con nuevos hechos la gloria militar y fama adquirida en las pasadas guerras: que tenían para esto fuerzas bastantes en número y valor, soldados ejercitados por una larga y peligrosa guerra, Capitanes conocidos por sus victorias y nobleza de sangre; que en nombre de todos ellos le ofrecían su ayuda contra los Turcos con doblado gusto y aficion, por ocupar sus armas á favor de la casa de los Paleólogos, amigos únicos de la de Aragon, cuando sus partes estaban muy caidas, y dilatar su Imperio, destruyendo juntamente el de los enemigos del nombre Cristiano, que con tanta audacia y orgullo le querian establecer en las Provincias usurpadas al Imperio Griego.
¡Mi majestad!... ¡Pero si estamos solos, Margarita, si estamos solos! ¡Siéntate aquí al lado mío! Vengo á que hagamos las paces. La reina se sentó al lado del rey, pero con tiesura, con el semblante nublado y sin mirar á Felipe III. ¡Lo que yo digo! ¡eso, eso es! exclamó con impaciencia el rey ; ¡yo soy lo último de todo! ¡Señor! dijo la reina con dignidad.
Contra los de estos tres enemigos, que aun divididos eran poderosos, comenzó la guerra el Duque, y fué tan dichoso en ella, que no solamente reprimió la furia y rigor de sus enemigos, y defendió su Estado, pero tambien cobró treinta fuerzas que le habian usurpado. Últimamente se trataron y concluyeron paces con todos, pero se hicieron muy aventajadas por parte del Duque.
Diganlo si nó aquellos economistas que se oponian á las restricciones de la libertad de comercio cuando eran únicamente por el tiempo en que duraban las guerras; i eso no con todas las naciones, sino con sola aquella en cuya ofensa se ejercitaban las armas españolas. Díganlo tambien los tratados de paces en que se concertaba que fuese libre el comercio entre los vasallos de uno i otro reino.
Y no imagines que temor nos lleva A pedirte las paces con instancia, Pues la larga experiencia ha dado prueba Del poder valeroso de Numancia: Tu virtud y valor es quien nos ceba, Y nos declara que será ganancia Mayor de quantas desear podremos Si por señor y amigo te tenemos. A esto ha sido la venida nuestra: Respondenos, señor, lo que te place.
Palabra del Dia
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