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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Es el ingenio bordador de los pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados con pájaros.

Yo le traeré a usted uno de estos medios pañuelos, más bonito que los que tiene Sobrino... ¿Quiere usted para los niños un poco de piel del diablo, a cuadritos, que no me hace falta? Se la mandaré. En cambio me llevo estos fichús que no son propios para Madrid... ¿Irá usted al Prado? Allí, con el velito y la camiseta basta. Los sombreros parece que se despegan de la cabeza en el verano de Madrid.

Gabriel vio a su sobrino el Tato vestido con ropón de escarlata, como un noble florentino, dando golpes en las losas con la vara para asustar a los perros. Discutía con un grupo de pastores de la sierra: hombres negruzcos y retorcidos como sarmientos, con chaquetones pardos y abarcas y polainas; hembras con pañuelos rojos y faldas mugrientas y remendadas que pasaban de generación a generación.

Vivía inquieto, nervioso, y en sus palabras y ademanes notábase cierto tono de grandeza, sin duda por la costumbre adquirida de hablar de millones y más millones con tanto desprecio como si fuesen pañuelos de dos pesetas docena. Las cosas de la tienda tratábalas ahora con indiferencia, como asuntos sin importancia, dignos sólo de una capacidad vulgar.

Los convidados, desde las ventanillas, saludaban con los pañuelos a los que habían ido a despedirles. Gran agitación y algazara en los coches, apenas se encontraron corriendo por los campos yermos de la provincia de Madrid. Todo el mundo hablaba en voz alta y reía: esto y el ruido del tren hacía que apenas se entendieran.

También acompañó al cadalso a María Antonieta... ¡y qué buena era aquella señora! ¡Cuántas veces la vi marcando pañuelos en una ventana baja del pequeño Trianon! ¡Cómo me quería!... En fin, este joven me ha horripilado con la tal tonadilla... Señora Condesa, ¿está usted indispuesta? ¿Y , hermana? ¡El caso no es para menos!

Por su parte, el séquito de la novia empezó a animarse también, y a vueltas de algún suspiro y de limpiarse los ojos con los pañuelos y aun con el dorso de la mano, fueron rebullendo los grupos de hormigas negras, con ánimo de abandonar el andén. La incontrastable fuerza de los hechos las empujaba a la vida real.

En el viaje de regreso el Goethe no tocaba en Tenerife para hacer carbón, y ellos, con el pensamiento puesto en Hamburgo, compraban vistosas telas, pañuelos y manteles, para hacer regalos a los que les esperaban allá. Maltrana se detuvo junto a un indostánico que regateaba con una joven.

Además, era un miedoso, que siempre temía resfriarse y no osaba salir á la calle en los días nublados si le faltaba el paraguas. A él que le hablasen de hombres valientes. No ... respondía á su madre . Tal vez estará metido en cama, con siete pañuelos en la cabeza. Cuando volvía don Pedro, la casa recobraba su normalidad de reloj pausado y seguro.

Como se habían ido las capas rojas, se fueron los pañuelos de Manila. La aristocracia los cedía con desdén a la clase media, y esta, que también quería ser aristócrata, entregábalos al pueblo, último y fiel adepto de los matices vivos.

Palabra del Dia

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