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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Grupos numerosos de hombres, mujeres y niños se dirigían al encuentro de las barcas y agitaban desde la playa sombreros y pañuelos, lanzando alegres exclamaciones y vitoreando al famoso capitán.

Vió que alzaban el retrato, que la turba se arremolinaba en circuitos sin fin, y vió agitarse en el aire multitud de pañuelos blancos que salían de aquel torbellino como una espuma. La comitiva desordenada siguió por la calle de Atocha y penetró en la Plaza Mayor. Allí se difundió un poco. Pero después trató de atravesar el arco de la calle de la Amargura para entrar en Platerías.

Las cintas de los sombreros, los gallardetes de los palos de popa, los pañuelos y las corbatas comenzaron a tremolar vivamente. Los viajeros sintieron el dulce ensordecimiento que produce el viento agudo del mar, nutrido de sales.

¿Por qué se llamará Paco al campo-santo? Pregunta es esta á la que jamás han podido darme contestación. Mientras hago estas observaciones, espanto los mosquitos, rompo el varillaje de un paypay y empapo de sudor dos pañuelos. Ha pasado un cuarto de hora y el calor es insoportable.

La Petra no se sentía mujer honrada y cabal sino cuando se dedicaba al tráfico, aunque fuese en cosas menudas, como palillos, mondarajas de tea, y torraé. La otra era un águila para pañuelos y puntillas.

En la mochila había puesto los mejores pañuelos, los pocos víveres que guardaba en casa, todo el dinero. Su hombre no debía inquietarse por ella y los hijos. Saldrían del mal paso como pudiesen. El gobierno y las buenas almas se encargarían de su suerte.

Delante iban las atlotas de traje dominguero, con pañuelos rojos o blancos y faldas verdes, brillando al sol sus grandes cadenas de oro. Junto a ellas caminaban los pretendientes, escolta tenaz y hostil que se disputaba una mirada o una palabra de preferencia, asediando varios a la vez a la misma moza.

Vivía en un enorme caserón cercano a las Escuelas Pías; figuraba entre los primeros fabricantes de seda, y más de doscientos telares trabajaban para él, elaborando piezas de seda rayada, vistosa y sólida, y pañuelos de brillantes colores, que eran enviados a las más apartadas provincias de España y hasta la misma América, cosa que asombraba y producía cierto temor respetuoso entre el comercio a la antigua.

Pepe Vera se acercó a la valla. Su vestido era de raso color de cereza, con hombreras y profusas guarniciones de plata. De las pequeñas faltriqueras de la chupa salían las puntas de dos pañuelos de holán. El chaleco de rico tisú de plata y la graciosa y breve montera de terciopelo, completaban su elegante, rico y airoso vestido de majo.

Pero al desaparecer el último pantalón rojo, muchas manos se agarraron convulsas á los hierros de la verja, muchos pañuelos fueron mordidos con rechinamiento de dientes, muchas cabezas se ocultaron bajo el brazo con estertor angustioso. Y el señor Desnoyers envidió estas lágrimas.

Palabra del Dia

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