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Actualizado: 26 de junio de 2025


Leocricia, discípula de S. Eulogio y su compañera en el martirio, hasta que sus reliquias fueron llevadas con las de su insigne maestro á la Cámara Santa de Oviedo por el presbítero Dulcidio, enviado espresamente por el rey D. Alonso al califa Mohammed para este objeto. Ultimamente la de Sta.

Pero ¿qué decir de lo que pasa en Langreo, donde por un pique cualquiera echan mano á la navaja barbera, cuando no sacan esas pistolas de seis tiros como la que trajo de Oviedo el señor capitán? El que saca una navaja no es mozo leal ni regular. No se degüella á los hombres como á las reses repuso el tío Goro con la profundidad que le caracterizaba.

Pero no dejaré de observar, que la remision del MS. de la Segunda parte de la Crónica del Perú, de Cieza aunque en calidad de anónimo y con otro título que el suyo propio á don Juan de Sarmiento, coincide con una órden que este presidente del Consejo de las Indias dirigió á 29 de noviembre de 1563 al inquisidor de Sevilla licenciado Andrés Gasco, mandándole "que enviase al Consejo la Historia de Cieza que tenia de mano y otro libro de Gonzalo Fernández de Oviedo."

Doña Aldonza y Elvira habían ido a Oviedo a echarse a los pies del rey y pedirle el perdón, si bien con poquísima esperanza, por ser muy justiciero el soberano. De todos modos, la honra de la familia quedaría manchada.

Delante de un espejillo fementido peinó su cabellera soberbia; la cubrió después á medias con un pañuelo de seda azul, cuyos flecos le caían graciosamente por la frente: colgó de las orejas los pendientes de aljófar que su padre le había traído recientemente de Oviedo; ciñó su garganta con tres sartas de corales; apretó su talle con el justillo de cien flores y cordones de seda torzal; se puso el dengue de pana, la saya negra de estameña, la media blanca, el zapato de becerro fino... ¡Ea, ya está lista la zagala!

Las pocas veces que algún negocio me lleva á Oviedo, al atravesar la comarca de Langreo, mi pantalón de trabillas, mi frac, mi sombrero de felpa y el pobre rucio que monto excitan la risa de aquellos ricos mineros.

En una de sus esquinas tenía el escudo y en el centro sobre la puerta de entrada una hornacina donde en otro tiempo, según los viejos, había estado un guerrero de piedra. D. César lo había sustituído por otra estatua de piedra también que le había regalado su amigo el canónigo de Oviedo.

D. Fernando Valdés y Llano, natural de Cangas de Tineo, del Obispado de Oviedo en el Principado de Asturias; fue inquisidor de Barcelona, Salamanca y Toledo; electo Obispo de Teruel, entró en esta ciudad el 13 de Diciembre de 1625. En Octubre de 1627 celebró Sínodo diocesano: en 1632 fue trasladado al Obispado de Leon.

Hubo un instante en que la vista se le turbó y estuvo á punto de caer. Entonces, elevando sus ojos á la sagrada imagen, murmuró con fervor: «¡Virgen María, asístemeLa Virgen la asistió. Repentinamente quedó tranquila y se dijo con firme resolución: «Antes de que llegue á descubrirlo dejaré la casa y me iré á servir un amo en Oviedo ó Gijón».

Cruz, D. Pedro Ponce de Leon, el arcediano de Pedroche, D. Francisco de Mendoza, obispo de Oviedo, y otros.

Palabra del Dia

rigoleto

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