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Actualizado: 1 de junio de 2025
Los americanos y los ingleses designan este punto en sus cartas y obras geográficas con el nombre de Aspinwall, como si el vulgar yanqui que construyó la línea férrea a través del Istmo, fuera capaz de oscurecer el nombre del ilustre genovés y tuviera más título a la gloria póstuma.
Pero ya que no se entera, ni como ella fué descrita á la posteridad, quedará por lo menos renovada con mas larga relacion de la que los antiguos Catalanes nos dejaron; cuyo descuido nació de parecerles que los hechos tan esclarecidos la fama los conservara con mayor estimacion que la Historia, y que el tiempo no las pudiera oscurecer. Guárdeme Dios á V.S. Ilustrísima muy largos años.
Entró a la sazón el padre Zorraquín muerto de frío y se sentó a horcajadas en una silla, frente a la chimenea, extendiendo sus pies hacia el fuego. Poco después el vivo calor de la llama le obligó a apartarse. Empezó a oscurecer, por ser en aquella estación las tardes más cortas que la esperanza del pobre, y Doña Hermenegilda dio luz a un esplendoroso quinqué, competidor del sol de invierno.
Y cuando menos lo pensaba se encontró de nuevo frente á la severa y heráldica casa de Moscoso. Acababa de oscurecer y empezaban á encender los faroles. Discurría alguna gente, no mucha, por aquella calle apartada del centro.
Lo haré, ya que me obligáis. Cuando he dicho cuidado, he querido decir ¡cuidado con echarse una cadena encima! ¡Ah!, condesa repuso el duque con calor , por Dios, que no venga una injusta y falsa sospecha a oscurecer la fama de esa mujer, aun antes de que nadie la conozca. Esa mujer, condesa, es un ángel. Eso por supuesto dijo la condesa . Nadie se enamora de diablos.
Al día siguiente me enteré de la hora a que llegaba el tren de Cádiz, y fui a esperar al conde y a la condesita del Padul, prometiéndomelas muy felices. Era la hora de oscurecer. En el andén estaban Pepita Anguita y otras cuatro amigas de Isabel. Dos de ellas eran las de Enríquez, a quienes ya conocía de vista.
Al oscurecer de una tarde de octubre estaba Julián sentado en el poyo de su ventana, engolfado en la lectura del P. Nieremberg. Sintió pasos precipitados en la escalera. Conoció el modo de pisar de don Pedro. El rostro del señor de Ulloa derramaba satisfacción. ¿Hay novedades? preguntó Julián soltando el libro. ¡Ya lo creo! Nos hemos tenido que volver del paseo a escape.
¿Sabe usted, amigo, que el trote de este jamelgo es un poco duro? Si usted tuviese la bondad de ir más despacio... Sí, señor; con mucho gusto. Pues no le oí nunca quejarse al señor cura de su caballo. Antes dice que es una alhaja... Como yo no estoy acostumbrado a esta clase de montura... Eso será... Aunque vayamos con calma, hemos de llegar al oscurecer a casa.
De pronto se alzó animada por una voluntad fatal, besó a su hijo apasionadamente hasta que logró despertarlo, envolviolo en una manta y cogiéndolo en brazos salió de la casa. Era la hora del oscurecer. Desde lo alto de la Gusanera, donde Basilisa vivía, veíanse llegar al muelle ya las lanchas pescadoras. Una muchedumbre las aguardaba.
Antes de oscurecer, porque el relente de la noche no le convenía a la duquesa y Clementina necesitaba ir temprano a su casa, dieron orden al cochero de retirarse. Era sábado, día de comida y tresillo en el hotel de Osorio.
Palabra del Dia
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