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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Lo único que había osado Bonis antes de irse a baños, había sido olfatear un poco en los negocios de la familia. Tímidamente se atrevió a proponer a Körner y al tío que le llevaran consigo a ver la fábrica, que estaba a una legua de la ciudad, una legua de carretera llena de baches. Nadie sospechó que el viaje fuera malicioso, un espionaje.

Era otro hombre: su audacia consideraba con desprecio todos los obstáculos. Sentíase capaz de robar, de matar, por su hijo. No tenía otra herramienta, otra arma, que su pluma, pero haría de ella un puñal, una palanqueta, algo implacable que sirviese para la muerte y el despojo. Lo que no había osado hacer por el amor, lo haría por su hijo.

El más osado fue el ceremonioso mancebo del pelo por la frente, quien, abriéndose paso y llegando muy sofocado a la reja, dijo a la novicia, dándole ya su nuevo nombre: Hermana Juana, tengo que pedirle un favor..., que me envíe como recuerdo un poquito de azahar de la corona que llevaba... Si la madre consiente... murmuró María dirigiendo la vista a la superiora.

El literato español sabe de antemano que, escriba en una forma o en otra, sea osado o comedido, páguese del arte y la medida, o escriba cuantos desatinos le acudan a la mente, sea realista, o romántico, o clásico, el resultado ha de ser poco más o menos él mismo.

Para convencerse de esta verdad basta considerar cuánto se multiplican las fuerzas del hombre que se halla en aprieto: su entendimiento es mas capaz y penetrante, su corazon mas osado y emprendedor, su cuerpo mas vigoroso: ¿y esto porqué? ¿se crean acaso nuevas fuerzas? no ciertamente: solo se despiertan, se ponen en accion, se aplican á un objeto determinado. ¿Y cómo se logra esto?

Claro que no era infalible, pero su valor y aplomo en lanzarse en honduras por las que no habrían osado bogar los tímidos nadadores que la rodeaban, suplían los errores del discernimiento.

No se sabe con certeza ni hasta dónde llegó, ni si se descubrió al cabo, ni por qué medios. Lo que consta es que el rey Hassán miraba á Cervantes como al más osado y emprendedor de sus esclavos, y como al único de quien todo podía temerlo. Solía decir que para tener seguros sus esclavos, sus buques y su capital, era necesario vigilar con esmero al español estropeado.

Ya puedo espirar. MANRIQUE y LEONOR MANRIQUE. Te encuentro al fin, Leonor. LEONOR. Huye; ¿qué has hecho? MANRIQUE. Vengo a salvarte, a quebrantar osado los grillos que te oprimen, a estrecharte en mi seno, de amor enajenado. ¿Es verdad, Leonor? Dime si es cierto que te estrecho en mis brazos, que respiras para colmar hermosa mi esperanza, y que extasiada de placer me miras. LEONOR. ¡Manrique!

Nadie hubiera osado tocarme ni acercarse a mi habitación: todos se apartaban de con horror, y durante doce días, mis dos amigos no me abandonaron un momento, prodigábanme día y noche los más asiduos cuidados, viviendo en aquella atmósphera de muerte; y por premio de todos sus cuidados, de tanta solicitud, no pedían al Cielo más que mi vida.

Engañado por la fijeza de los ojos de Gillespie, el traductor había osado dirigirle la tal pregunta convencido de que le escuchaba con atención. Luego tuvo que repetirla dos veces más, mientras á su lado el ilustre jefe de la Universidad se agitaba en su asiento nerviosamente, considerando como una ofensa la actitud distraída del gigante.

Palabra del Dia

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