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Actualizado: 10 de junio de 2025
Le atemorizaba la tribuna pública, donde no se había movido nadie, aguardando sin duda la rectificación del venerable orador: toda aquella aglomeración de blusas blancas y pecheras sin corbata, rematadas por cabezas morenas que le miraban con fija frialdad como diciendo: Ahora veremos lo que contesta ese tío.
Yo también, como el elocuente orador que me ha precedido en el uso de la palabra, deseaba que el pueblo donde he visto por primera vez la luz del día, despertase a la vida del progreso, a la vida de la libertad y la justicia... ¡Sarrió! ¡Cuánto dulce recuerdo, cuánta inefable alegría despierta en mi alma este solo nombre!
Pero ¿quién es ese hombre alto, moreno y de aspecto temeroso, que está hablando ahora? Le aseguro a usted que ese modo de charlar me gusta. Es el Sr. García Herreros, diputado por Soria. La atención del Congreso estaba fija en el orador, uno de los más severos y elocuentes de aquella primera fecunda hornada. Profundo silencio reinaba en el salón lo mismo que en las tribunas.
Creo que la mayor parte de los que estamos aquí reunidos miran á esa insignificante reunión con el desdén que merece. Muchos aragoneses se levantaron apostrofando al orador. Lázaro escuchaba todo, inmutándose por grados. Sus amigos le decían en voz baja que defendiese al club de Zaragoza.
Con razón exclamaba un elocuentísimo y famoso orador español, no sin suspirar y verter lágrimas: ¡yo no como, yo me alimento! Nuestra cocina... esa sí que está degenerada.
Al fin cesaron y el templo quedó en un silencio frágil y artificioso, a menudo roto por algún constipado rebelde o por el trompeteo de una nariz al sonarse. El orador era joven, alto y delgado, con grandes ojos negros enclavados en un rostro pálido y correcto. Vestía también sotana con sobrepelliz y bonete. Infundía respeto por su gravedad dulce y mansa.
Yo ... francamente, le admiro á usted mucho como orador, porque anoche dijo usted cosas que nos pusieron los pelos de punta; pero.... ¿Qué quiere usted decir? Que yo, señor don Lázaro, soy un hombre que ha salvado la patria muchas veces y derramado mucha sangre en defensa de la libertad; y por lo mismo, yo ... estoy encargado de este barrio, y me parece que el barrio está en buenas manos.
Yo no concibo, yo no me imagino, yo no puedo formarme una idea de los oradores franceses y dudo que los haya habido jamás y los pueda haber en el verdadero sentido de la palabra, en el estricto sentido del concepto oradores. Porque no confundamos la palabra orador con la palabra hablador ó charlatan.
Figuraba en la Academia de Jurisprudencia como orador de esperanzas, y había fundado en compañía de otros una sociedad para la abolición de la esclavitud, y otra para abolir las quintas y matrículas de mar. En estos folletos solía venir debajo del título, a modo de sello, un pésimo grabado representando un negrito de rodillas y aherrojado con las manos levantadas al cielo.
Seguíale una docena de individuos de esos que al mirarnos muestran cara humana, si bien es muy dudoso que sean hombres. Sí, señores, todo está averiguado añadió el desaliñado orador, que era Tablas en persona . Y si faltase testimonio, aquí estoy yo para darlo. Dos mujeres se le colgaron de cada brazo. En torno suyo hízose un corrillo.
Palabra del Dia
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