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Actualizado: 6 de julio de 2025
Don Antonio se ofreció venir a la corte a negociarlo, donde había de venir forzosamente a otros negocios, dando a entender que en ella, por medio del favor y de las dádivas, muchas cosas dificultosas se acaban.
Tari con mucha cortesía le ofreció de aguardar quatro dias en Negroponte, en que tendría bastante tiempo para ir á visitar al Infante, y volverse; porque de Negroponte, á Athenas habia solas veinte y cuatro millas.
Un objeto digno se ofreció al fin a sus ojos, y doña Luz le consagró al punto todo su amor. Cada día, cada hora que pasaba, afirmaba más a doña Luz en la creencia de que don Jaime lo merecía. El mismo amor de D. Jaime, la decisión con que le había ofrecido su mano, a ella, desvalida, huérfana y pobre, era la garantía mejor y más segura.
No lo había dicho, cuando Florentina ofreció a Marianela el jicarón con todo lo demás que en la mesa había. Resistíase a aceptar el convite; mas con tanta bondad y con tan graciosa llaneza insistió la señorita de Penáguilas, que no hubo más que decir.
Una bota de cuero llena de vino circuló entre los frailes y el verdugo. Justo es decir que éste bebió el último; y como después de todo era bueno y humano, pasó la bota a través de los barrotes y la ofreció al gitano. Gracias, hermano dijo éste. ¡Por Cristo! ¡está usted muy aburrido! replicó el digno hombre ; pero, ya lo veo, usted me desprecia a causa de mi profesión.
Ayer, domingo, fui a almorzar a la «Villa Sol» y a ponerme a la disposición de Elena para la visita proyectada a la Briffarde. Lautrec almorzó también en casa de Lacante y se ofreció a acompañarnos al campo Quemado. Luciana, fiel a su promesa, llegó en el momento en que íbamos a ponernos en marcha.
Una tarde Crespo, enterado de que la niña ya sabía algo, sin encomendarse a Dios ni al diablo, detuvo a las de Ozores en la carretera de Castilla y les presentó al señor don Víctor Quintanar, magistrado. Las acompañaron aquellos señores durante el paseo y hasta dejarlas en el sombrío portal del caserón de Ozores. Doña Anuncia ofreció la casa a don Víctor.
Yendo, pues, desta manera, se le ofreció a la vista un pequeño barco sin remos ni otras jarcias algunas, que estaba atado en la orilla a un tronco de un árbol que en la ribera estaba.
Buscando estaba Roger el vado cuando vió venir por el lado opuesto á una pobre mujer cargada de años y achaques, que por dos veces trató inútilmente de poner el pie sobre una ancha piedra plana colocada en medio del arroyo. Roger la vió sentarse desalentada en el ribazo y cruzando el vado se le acercó y le ofreció ayudarla. Venid, buena mujer; el paso no es tan difícil como parece.
Tal era la vehemencia de su afabilidad, que no me ofreció el más ligero intersticio para colarme con una respuesta a su saludo o una satisfacción galante a sus excusas.
Palabra del Dia
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