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Actualizado: 23 de junio de 2025
No estés tan de prisa, amigo dijo Meñique, con una vocecita de flautín, no estés tan de prisa, que yo tengo una hora para hablar contigo. Y el gigante volvía a todos lados la cabeza, sin saber quién le hablaba, hasta que le ocurrió bajar los ojos, y allá abajo, pequeñito como un pitirre, vio a Meñique sentado en un tronco, con el gran saco de cuero entre las rodillas.
Esto ocurrió aún no hace un siglo... ¡Y qué pobreza!
Quería pegarle un tiro al otro, y hasta se le ocurrió hacer un cartucho de dinamita para ponérselo en la puerta de su casa.
Este fue el pensamiento que se me ocurrió cuando estaba ayudando a aplicar algunos remedios y reconfortantes a la insensible niña, pues había dado la voz de alarma al verla caer desmayada, acudiendo, en el acto, su fiel compañera, la señora Percival.
La chica le envió la carta a Joshé diciéndole que se querían burlar de él, pero que ella le estimaba y que pasara por delante de su casa y que hablarían. Joshé fué y vió a la muchacha y le dió las buenas tardes y no se le ocurrió más; ella le preguntó si su madre, André Anthoni, estaba buena, él la contestó que sí y entonces ella le dijo: Hasta mañana, Joshé. Adiós.
El alcaide de palacio, el guarda mayor y el mayordomo mayor del rey, se habían presentado en los lugares de estas dos catástrofes. A nadie se le ocurrió que entre la muerte del paje y la desaparición de la familia y el robo del cocinero mayor, podía haber una relación íntima.
A alguien de ellos se le ocurrió después hacerle autógrafo y reproducir los ejemplares con una prensa de copiar, como las usadas en el comercio, y así se hizo, con gran éxito y resonancia en toda la población.
Cuando se me ocurrió tener una casa mía, amueblada á mi gusto, ostentosamente, como la de un grande de España, con bodega y despensa provistas de los mejores vinos y de los mejores manjares del mundo, os vísteis apurado. Os juro que no.
aluden á Isabel de Francia, primera esposa de Felipe IV, y porque el fruto, que en los mismos se menciona, debe ser, según todas las apariencias, el príncipe D. Baltasar, cuyo nacimiento debía estar próximo, y que, en efecto, ocurrió en octubre de 1629.
Unos armaban la bayoneta, pálidos, con los labios apretados y un brillo de locura en los ojos; otros volvían la espalda, corriendo hacia la salida del parque, sin prestar atención á los gritos de los oficiales y á los disparos de revólver que hacían contra los fugitivos. Todo esto ocurrió con vertiginosa rapidez, como una escena de pesadilla.
Palabra del Dia
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