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Actualizado: 17 de junio de 2025
Yo espero á ver qué hacen los Garibaldi dijo Argensola modestamente . Tal vez me vaya con ellos. Este nombre glorioso le hacía tolerable la servidumbre guerrera. Pero luego vacilaba: tendría de todos modos que obedecer á alguien en este cuerpo de voluntarios, y él era rebelde á una obediencia que no fuese precedida de largas discusiones... ¿Qué hacer?
Nunca había visto el mar tan enfurecido. Afortunadamente que esas olas sólo esparcían sobre nosotros el líquido de sus crestas, ó si no, la corbeta habría sido tragada... En tan terrible combate quedó inmóvil, no sabiendo á quién obedecer.
D. Raimundo, pues, no pudo menos de obedecer. Complació a su padre, vino a Villalegre y se halló en Villalegre muy a gusto. Para que se vea la sinceridad de su contento y el placer y la satisfacción que en el lugar tenía, vamos a poner aquí una circunstanciada carta que, al mes de estar en Villalegre, escribió don Raimundo a su mejor amigo de Madrid. La carta decía como sigue.
Y con la mayor inocencia se acercó á él y le puso la mano encima para acariciarle. El neurasténico perro gruñó irritado. D. Félix volvió la cabeza y dijo: No tengas miedo, que no hace nada. Entonces la zagala, más por obedecer á D. Félix que por deseos de seguir acariciándole, volvió á pasarle la mano sobre la cabeza.
Esperaba el infante que Rocafort se comidiese sin volver segunda vez á requerille, pero como vió que alargaba el obedecer al rey, y no se daba por entendido, le dijo que él queria dar luego las cartas del rey que venian para el ejército, y decirles de palabra el intento de su venida, y que para esto mandase juntar el consejo general.
Bueno, tráeme aquel manguito. Castro se apresuró a obedecer el mandato. Clementina, cuando lo tuvo entre las manos se sentó con afectada calma en el diván, y agitándolo luego en el aire exclamó: ¿A que no adivinas lo que contiene este manguito? Sus ojos resplandecían de alegría y orgullo al mismo tiempo. Los de Castro chispearon de anhelo.
S. E. dirigió luego la palabra á los demas caciques, y estos respondieron, que á presencia de lo dispuesto por su gefe, nada les restaba mas que obedecer.
La casualidad favorable es el Dios de todos los hombres que siguen sus propias impulsiones, en lugar de obedecer una ley en la cual no creen. Si un hombre distinguido de nuestra época consigue una posición que tiene vergüenza de hacer conocer, su espíritu buscará todas las salidas imaginables capaz de librarlo de los resultados que esa posición deja prever.
Puedes venderlo, si quieres, o puedes conservarlo para guardar la casa. Es un animal fiel. Te servirá de gran consuelo. 15 El lugareño se murió. La mujer quería obedecer a su marido. Una mañana cogió el caballo y el perro y los llevó a la feria. ¿Cuánto quiere Vd. por ese caballo? preguntó un hombre. 20 Quiero vender el caballo y el perro juntos, respondió la mujer.
Un rato estuvo Ido del Sagrario ante el establecimiento de El Tartera, que así se llamaba, mirando los dos tiestos de bónibus llenos de polvo, las insignias de los bolos y la rayuela, la mano negra con el dedo tieso señalando la puerta, y no se decidía a obedecer la indicación de aquel dedo. ¡Le sentaba tan mal la carne...! Desde que la comía le entraba aquel mal tan extraño y daba en la gracia estúpida de creer que Nicanora era la Venus de Médicis.
Palabra del Dia
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