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Actualizado: 6 de junio de 2025


De todo lo que hemos podido recoger y observar, resulta que la accion de la asafétida á dósis elevadas es primeramente escitante, dirigiéndose electivamente á los nervios espinales, al corazon y al sistema gástrico; que á dósis exageradas, ó usada por mucho tiempo, sus efectos son sedantes, debilitantes y desorganizadores en fin; bajo su influencia se altera la digestion, la nutricion se debilita, se forman obstrucciones linfáticas y cesa la plasticidad en los órganos de jugos blancos y en los límites de la vida orgánica.

Los punteados románticos del arpa tuvieron la virtud de crispar los nervios de Rosalindo, agriándole la bebida que llevaba en el cuerpo.

El mástil de trinquete y la proa eran débiles sombras, siluetas borrosas, pálidos dibujos sobre un fondo gris. Muchos pasajeros, especialmente las mujeres, mostraban inquietud. Excitaban sus nervios los rugidos de la chimenea, que parecían llamamientos de socorro. Irritábales no poder ver, marchar a ciegas por unos parajes de frecuente navegación.

Aún no había dejado de llover, y Quevedo, que como tenía de todo, era algo médico, esperó que la humedad reblandeciese el cerebro de don Juan. Lo que demuestra que Quevedo, ya en aquellos tiempos, buscaba el alma en los nervios. No se engañó don Francisco. La excitación nerviosa del joven se modificó. Anduvo por algún tiempo en silencio asido al brazo de Quevedo.

Que Calderón era un gran poeta; Y que yo soy lo que quieran mis lectores que sea. Esto escribía yo una noche que no tenía sueño. Eran las tres. Estaba en calzoncillos blancos y tenía frío. No tenía un cuarto y estaba desesperado. Un viejo reloj de pared me dejaba oír un monótono tic-tac. El ruido de un péndulo cuando se está en cierta disposición de ánimo, es un ruido que crispa los nervios.

Aflojábanse sus tirantes nervios, y corría por sus venas esa inexplicable sensación de calor rítmico, que anuncia que el curso de la sangre regulariza, y que el reposo comienza.

Ricardo no dormía; tenía los nervios como una prima de violín. Todos los días metido en los Bancos, pidiendo, suplicando, él, que es tan altivo y tan hombre, inclinado y haciendo reverencias a esos señores gerentes, que se dan un corte, hijita, como si fueran reyes.

Además, no será larga añadió Fabrice , porque, si no me engaño, todo lo sabes... Tus nervios te han denunciado... ¿Has oído, no es cierto, mi conversación con Pierrepont en el taller? Hizo ella un signo afirmativo.

Es un refrán sin sentido común. Los locos no dicen más que disparates. Es que mi marido no está loco... Tiene ahora mucho talento. Tal creo yo. Juan Evaristo volvió a callar, pegándose al pezón con salvaje ahínco. «Tome usted un poco de esta bebida. La he preparado como para usted... Está riquísima. Es preciso calmar los nervios».

Aquella animación de su cuñado era tan extemporánea, que más parecía un ataque de nervios. Sobre todo, la extraña sonrisa, parecida a una mueca, que no se le caía de los labios desde que leyera la gacetilla del Joven Sarriense, la hacía estremecerse en algunos momentos. Y llegó lo que era natural. Tras de aquella insana excitación, vino, al cabo de algunos días, un profundo y sombrío abatimiento.

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