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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Acudir á los tribunales es imposible, porque el negocio no lo consiente; reprochar al pérfido la negrura de su accion es desahogo estéril; con tomar una venganza nada se remedia y se aumentan los males del vengador. No hay mas que resignarse.

Esforzose en experimentar inmenso desahogo; esforzose en pensar con alegría que los ojos terribles de la sarracena habían chirriado en las llamas; que su carne maldita era ahora ardiente despojo cayendo a pedazos en la hoguera; que su misterioso poder y sus hechizos diabólicos se habían hundido con su alma en la negrura de los infiernos; y sintiendo correr las lágrimas por su rostro, postrose de rodillas entre los pies de la muchedumbre, exclamando con fuerza: ¡Oh, santa, santa Inquisición, tu justicia me redime, tu hoguera me salva!

Al alzarse el velo para enjugarlas, Ojeda vio un triángulo de arrugas en las comisuras de sus ojos, un cerco de negrura cadavérica en torno de ellos. La nariz parecía más afilada, a boca más profunda: era una mujer distinta a la que media hora antes buscaba sus ropas a la luz de la chimenea. Diez años habían caído de golpe sobre su cabeza. Su faz parecía arañada por el cansancio y la pena.

Adivinaba más que percibía los preparativos que la servidumbre estaba ejecutando en obsequio de aquella vil mujer que le había revelado toda la negrura y todo el dolor de la existencia: «Ahora bajan la lámpara del comedor... Ahora sacan la vajilla... Deben de estar haciendo la cama... Ha salido gente: será Rufino a buscar a la tienda alguna cosa... Parece que están hablando en el gabinete azul...»

Don Alonso la había comprado a un capitán de galeras; y, cuando el hidalgo regresaba de la Corte, era ella quien le llevaba al lecho, todas las noches, el cocimiento aromatizado para dormir. Beatriz pidió su libro de devoción, para meditar, a su modo, el Misterio del día, mientras la aderezaban la lacia cabellera, cuya negrura imitaba a trechos la morada vislumbre del palisandro.

Así, por ejemplo, Mosheim dice: «El candor y la imparcialidad me obligan á confesar que los adversarios de los jesuítas, al mostrar la torpeza y negrura de varias de sus máximas y opiniones, han ido más allá de lo que debían, y han exagerado las cosas para abrir más extenso campo á su celo y á su elocuencia.

La otra potencia de que se valía doña Inés, sin estudio, espontánea y sencillamente para blanquear y hasta para dorar la tenebrosa negrura de su concepto schopenhaueriano del mundo, era el sentimiento vivísimo y atinado, fuente inexhausta de puros deleites, con que percibía su alma toda belleza, tanto espiritual cuanto corpórea. Llamar a esto buen gusto me parece poco.

Mas, la dilatada noche marítima, ¡una negrura infinita! ¡Nada, siempre nada!... ¡Mil peligros posibles, desconocidos! Se presiente todo esto si se vive en la playa, junto al mar, y ocasiona no poca alegría cuando, cargado el aire de electricidad, se descubre á lo lejos una tenue cinta de fuego. ¿Qué significa aquello?

Jamás me había parecido la majestad de Dios tan imponente, ni le había rezado con más fervor que entonces, mientras andaba yo de puerta en puerta mirando y escuchando, sin ver ni oír más que la insondable negrura de la noche, el incesante bramar del Nansa, que, más que ruido, parecía la respiración del silencio y los latidos descompensados de mi corazón.

El rebelde viose de pronto en la penumbra de la gañanía, y a la luz del candil, sostenido por uno de los gitanillos, distinguió la boca dolorosa y azulada de Mari-Cruz contraída por el supremo espasmo, sus ojos agrandados por la negrura del dolor, con una expresión de angustia infinita. Pegó su oído a la piel viscosa y húmeda de aquel pecho que parecía próximo a romperse. El examen fue breve.

Palabra del Dia

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